martes, 5 de agosto de 2014

VALENTE ARELLANO

Valente Arellano (Torreón, Coahuila; 30 de agosto de 1964 - 4 de agosto de 1984) fue un torero mexicano.

Su debut fue en la Monumental Plaza de Toros México, Distrito Federal, el 29 de septiembre de 1982, cortando dos orejas. Su alternativa la tuvo el 4 de junio de 1984, en la Monumental de Monterrey, de manos de Eloy Cavazos, en presencia de Fermín Espinosa "Armillita Hijo", actuación donde cortó una oreja.


Un accidente de circulación le costaría la vida el 4 de agosto de 1984, mientras conducía su motocicleta, su verdadera pasión, a toda velocidad en una calle de los suburbios de su natal Torreón, en vísperas de una presentación que tendría lugar en un festival taurino en la Ciudad de Gómez Palacio, Durango, México.

Ha quedado instituido en su ciudad natal el trofeo Valente Arellano para el mejor novillero del año.

Crónica del accidente


Los minutos transcurrían con tranquilidad, cerca de la medianoche del 4 de agosto de 1984, en las calles de Torreón, Coahuila. De pronto, en la oscuridad, apareció un chorro de luz zigzagueante y se escuchó un chirriante derrape de neumáticos, seguido de un impacto seco y de estrépito. Una ninja 750 turbo se estrelló con gran velocidad, primero en la banqueta de la calle. Brutal accidente. La hermosa motocicleta, dotada de lo más sofisticado en el ramo, quedó con motor ahogado, y a unos metros, quedó, aún con vida, el cuerpo de su piloto.

Se escuchaban los quejidos del infortunado, quien vestía playera deportiva, tenis y pantalón de mezclilla. Ese joven, se supo de inmediato, era Valente Arellano Salum, matador de toros y todo un orgullo lagunero. El 5 de agosto, dejó de existir víctima de un estallamiento de vísceras. Se había ensañado despiadadamente el destino.

Se apagó raudo este prospecto al que se le consideraba una real promesa para convertirse en un diestro que hiciera época. No alcanzó el tiempo para conseguir el pináculo en la profesión y cumplir con el deseo que fue obsesión permanente en su interior: ser figura del toreo, el mejor de todos, lo manifestaba sin ambages.

Dueño de gran carisma


Desde pequeño mostró ser un mal estudiante, le "hacía asco" a la escuela, no así, a todo aquello con aroma a fiesta brava y a su símbolo, el toro.

Su padre, Valente Arellano Flores, un taurino recalcitrante, torero práctico, invadido de una gran afición, contaba con una biblioteca de gran nivel. Valente hijo devoraba esos escritos de los maestros revisteros de principios del siglo XX.

Su padre, quien por su actividad de enología, entabló amistad con don Fermín Espinosa "Armillita Chico" , por ser el maestro vinicultor, dio pábulo a que el chamaco se empapara en el medio taurino.

Cuenta la leyenda que don Fermín y don Valente tuvieron conexión por cuatro novillos, ya cuajados, que adquirió el padre del personaje de esta historia para matarlos en solitario.

Cuando fueron embarcados en el rancho Chichimeco, en Aguascalientes, los dominios de la casa torera de los Armillita , a don Fermín le picó la curiosidad de conocer a ese "valiente". Y mucho le sirvió a Valente hijo ir a la hacienda con cierta constancia, observar tientas, torear vacas y escuchar con atención las indicaciones que a los toreros les impartía el maestro Armillita .

Al mismo tiempo, Valente Arellano tuvo la oportunidad de contactar con Fermín y Miguel Espinosa, con Manolo Arruza, con David y Alejandro Silveti, que ya despuntaban en el medio.

Por tanto, muy niño, un crío como se dice en el medio, debutó Valente en la plaza de Ciudad Lerdo, en la misma comarca lagunera. Lo hizo alternando ya con un novillero cuajado como era Alfonso Hernández El Algabeño y matando un lote fuerte, bien armado del hierro de Santacilia , de los señores Obregón.

Suceso que se produjo el 21 de octubre de 1979. Cortó una oreja, proeza importante, pero todos coincidieron que lo realmente trascendente era el impacto que causó y esa recia personalidad que destelló.

En los calendarios siguientes, 1981 y 1982, realizó una campaña importante en provincia. Incluso, se presentó en la plaza "La Florecita" de Ciudad Satélite. Igualmente unificó el criterio de la prensa y de los aficionados.

Arma la grande en la México


Los triunfos, que sumaba en provincia, de inmediato alcanzaron fama. Se hablaba con interés. La verdad es que provocó toda una tolvanera. Penetró en el ánimo de la gente y el chaval daba otro cariz a la fiesta. Propició que hubiera competencia en el primer tercio, o sea en los quites. Pero además, era un banderillero brillante, dentro de su capacidad, en su nivel de ese momento de su carrera, se proyectaba con la muleta y se iba tras la espada.

Cinco actuaciones como novillero en la Plaza México. Esa campaña de 1982 fue el elemento más distinguido y escribió folios importantes, junto con Manolo Mejía, torero técnico ciento por ciento, muy a la Manolo Martínez, su amigo y protector, y Ernesto Belmont, quien se convertía en un alternante difícil, pues iba a todas e intentaba todo y bien.

Valente debutó en el gran embudo capitalino, el 26 de septiembre, alternando con Eduardo Flores y Manolo Rodríguez. Le cortó dos orejas al novillo Campeador de Rodrigo Tapia.

Repitió con interés, lo que se reflejó en la asistencia, el 24 de octubre, con Manolo Mejía y Luis Fernando Sánchez. Novillos de Huichapan . Le correspondió un astado con mucha cara y pitones de nombre Fandango.

Las dos siguientes apariciones en la misma campaña fueron de convencimiento. El 7 de noviembre, alternando con Mejía y Belmont, se formó la que no estaba escrita. Los tres cortaron orejas, Valente, el rabo al novillo Pelotero , de Felipe González . Coincidencia: existe otro Pelotero, de San Martín , al que inmortalizó en el mismo escenario José Antonio Ramírez El Capitán .

Valente con desparpajo invitó a sus compañeros a que hicieran quites a ese novillo tlaxcalteca. La gente que suspiraba por algo así, estalló de entusiasmo.

Para cerrar el año, el 28 de noviembre, se repitió el cartel con Mejía y Belmont. Valente los superó, le cortó dos orejas a Mírame y otras dos a Chavelo, del hierro de La Venta del Refugio .

El año fatídico


Todo lo relevante que fue para Valente el 82, resultó de mal fario, el 83. En la México, actuó por quinta vez, el 13 de marzo, alternando con Rafael Martín y Ernesto Belmont, reses de Los Martínez . Escuchó un aviso en cada uno de sus enemigos.

Para colmo, empezaron los percances y sobre todo las fracturas que tanto daño hacen. El 4 de septiembre en San Luis Potosí, un novillo lo alcanzó, sufriendo rotura de ligamentos de la rodilla. De inmediato, en un avión del rejoneador Jorge Hernández Andrés, se le trasladó a El Paso, Texas. De todos modos hubo un receso y una inactividad inoportuna.

Su juventud, su fortaleza, hombre deportista, sanó rápido. Pero en diciembre vino otro grave percance. En la plaza de Pachuca: fractura del acromio clavicular izquierdo.

A medio año de 1984, el día 4 de junio, tomó la alternativa en Monterrey de manos de Eloy Cavazos y Miguel Espinosa "Armillita" de testigo, toros de San Miguel de Mimiahuapan. Cortó una oreja.

Le faltó tiempo, sólo toreó nueve corridas. Empezaba a tomar nuevamente el ritmo en el nivel de matador de toros.

Nada disfrutaba más, como el torear, que correr ¿o acaso volar? en su moto. En esa Harley Davidson 150, el estrés del toro era constante, se relajaba con la velocidad. Sí, sus pasiones arraigadas, el toro y su fina y hermosa jaca mecánica.

Una de ellas, lo que parece ilógico, fue el arma válgase la expresión que le cortó la existencia.

El astado lo respetó y su epílogo no fue sucumbir en la arena de un ruedo en la profesión que empezaba a caminar, que hubiese sido lo normal. Perdió la vida corriendo, lo mató la velocidad que imprimió a su moto en una calle de la ciudad de Torreón, en una noche de apacible calma.

Al día siguiente, 5 de agosto, se quedó anunciado en la Plaza de Monterrey.





El Horizonte - Inspiración, es quizás el alimento espiritual más genuino con el que se nutre las acciones en la vida de todo ser racional. Cualquier movimiento natural y sencillo en nuestro cuerpo, es provocado por una intención inspirada en el objetivo de conquistar un logro.

Así, desde nacencia, el ser humano por naturaleza, más que por instinto, comienza a desarrollar sus facultades motrices inspirado en los movimientos y desplazamientos en el andar de sus padres, que son utilizados como un predominante ejemplo.

Un llanto desde la cuna es traducido como un grito clamando el auxilio por la molestia física en turno. Cólico, hambre, humedad, calor, casi cualquier cosa en la aún tierna mente del bebé y el limitado mundo de su razón, se puede solucionar por medio de ese llanto a través de sus amorosos padres.

Así, con el paso del tiempo, en el crecimiento del ser humano, va aumentando el aprendizaje y el desarrollo y la formación de una personalidad propia. Ésta es soportada nuevamente de ese alimento llamado inspiración, convirtiéndose a la postre en un movimiento cíclico y permanente en la vida del ser humano.

La vida en sí es inspiración. Lo que somos, lo que hacemos, lo que nos lleva, lo que nos trae es, sin duda, el resultado de ese sentimiento tan genuino, tan íntimo y tan propio con el que hemos sido dotados cada uno de los seres humanos. Ser trabajador, poeta, político, doctor, comerciante, pintor, futbolista, astronauta, bombero, policía, artista, son sin duda como toda actividad, oficios nacidos de una necesidad de nutrir el espíritu de nuestras vidas a través de la inspiración.

Todos ellos requieren esfuerzo, preparación, dedicación, disciplina y vocación que se sostiene solamente con inspiración.

Pero en el caso del torero, de aquél que quiere en sus `Sueños de Grandeza` llegar a ostentar el honroso título de matador, la interrogante siempre ha sido
¿qué es lo que lo mueve a luchar ante una adversidad disfrazada de toro bravo, exponiendo su propia existencia?

Es evidente que la respuesta es la inspiración, esa con la que, como decimos, se alimenta el espíritu, nutrimos el alma y vestimos la vida de una profesión, un oficio.

Al torero se le ha juzgado desde siempre como un loco, como un sádico y a veces como un asesino por algunos. Pero el torero está dotado, a diferencia de sus enemigos y detractores, de una gran sensibilidad espiritual que lo eleva por encima del grueso de las personas.

El ser humano es común que caiga en la normalidad de la existencia, en la rutina diaria de su cotidiana actividad que nubla en su mirada la perspectiva milagrosa de vivir cada amanecer, de vivir un nuevo día, de disfrutar cada caricia del viento, de sentir cada gota de lluvia, o soñar en cada anochecer. Es decir, de vivir plenamente cada momento.

Quizás sea porque su vida vive en la cercanía con la muerte, quizás por la incertidumbre latente de no saber si llegará a vivir un nuevo día, que el torero está dotado de esa sensibilidad que despierta y agudiza cada uno de sus íntimos sentidos.

Ellos, delante del toro, viven sus vidas con una gran intensidad. Quizás tengan que arriesgar la propia vida para poder sentirla como tal. Por ello, quizás, los toreros desarrollan esa sensibilidad tan propia y tan distinta al resto de los mortales.

Y es esta sensibilidad que se conjuga con la personalidad y carácter muy particular de cada torero y es la que define su manera de interpretar el toreo, su estilo personal, es decir, el sello de su tauromaquia.

Pero todo esto nace, como se ha dicho, de esa fuente inagotable que nutre el espíritu para dar vida a la vida y que se conoce como inspiración. Elemento que en la vida de un pequeño y simpático niño lagunero llamado Valente Arellano Salum, llegó de la mano de su señor padre, el ingeniero Valente Arellano Flores.

Y es que el Ing. Arellano Flores, formado profesionalmente en Monterrey, se hizo aficionado y práctico a los toros desde sus tiempos de estudiante, gracias a las temporadas novilleriles montadas por el gran empresario y visionario de aquellas épocas, Don César Garza.

Es, sin lugar a dudas, la afición y el gran cariño por la fiesta de los toros, demostrada por el Ing. Arellano Flores, la más pura y genuina fuente de inspiración para que aquel pequeñito, de quizás cuatro o cinco años, decidiera pronunciar con toda seguridad a todo aquel que lo oía, que él cuando fuera grande, iba a ser torero.

Lo cierto es que los "sueños de grandeza` de aquel pequeño se quedaron cortos. No sólo fue torero, Valente Arellano Salum tocó la cumbre, fue una indiscutible figura del toreo mexicano que marcó toda una época que a la fecha no se ha vuelto a repetir.

De Valente Arellano se dijeron muchas cosas, que no sabía torear, que era muy temerario, que era un suicida, que estaba loco. Lo único acertado en todo esto es que se decían muchas cosas de él, como muchas otras se dicen sólo de las figuras, porque de los mediocres nadie habla.

Valente fue un ser humano muy parecido, pero al igual muy distinto a todos los demás, dueño de un gran carisma, sencillez, naturalidad, humildad, determinación, carácter, valor, tesón, garra, vergüenza y un gran pundonor ratificado con sangre, fracturas, cornadas y lagrimas de hombre apenas siendo un chaval, lágrimas de un auténtico y verdadero torero a toda prueba.

Su vida, desde pequeño, fue muy intensa, hasta el día de su final, aquel 4 de agosto de 1984, apenas 26 días antes de cumplir su 20 aniversario. Los que tuvimos la oportunidad de vivir aquella época le recordamos como un ser muy especial, que jugó sin trucos el juego de vivir la vida, fue auténtico, entregado, pleno y total. Vivió la vida con total y absoluta intensidad.

Y como su inicial y, seguramente, principal fuente de inspiración, hemos tenido la oportunidad de conversar con el Ing. Valente Arellano Flores, quien al conmemorarse los 29 años de la partida de "Chanoc`, como lo hiciera su hijo por los ruedos, se entrega de manera absoluta en esta entrevista para platicar sobre la vida torera de su hijo y revelarnos con sinceridad aspectos poco conocidos del `Huracán Lagunero`.

Y partiendo desde el principio como toda forma de inicio y sin regatear en cortapisas, el ingeniero nos explica como es que le vino la afición a Valente, apenas a los cuatro o cinco años de edad: "Para nosotros, un domingo familiar era agarrar el coche, mi mujer, mis dos hijos y yo y ver dónde había toros y como yo era aficionado práctico y toreaba muy seguido, Valente siempre iba conmigo; lo raro es que hubiera sido beisbolista o futbolista, yo nunca lo llevé a otra cosa que no fueran las corridas de toros. Ya después no andaba conmigo pero ya estaba `envenenado`por la cuestión del toro. Ya le había dado el `mal de montera`..." recuerda don Valente.

Al preguntarle más o menos a que edad se había dado esto, el ingeniero nos responde: "Muy chiquitillo. Desde los cuatro o cinco años, yo creo que Valente toreó su primera becerra a los cinco o seis años en un tentadero con don Marcelo Miranda en Huejuca, Jalisco. "Valente se prendió y Salma, su hermanita y él, que fueron muy unidos toda la vida, aunque como todos los hermanos se peleaban muy seguido, pero se contentaban de inmediato en su infantil inocencia, fueron cómplices del mismo sueño que Valente fuera torero.Y para que se dé una idea, Salma era la que le embestía para entrenar, ella agarraba la `carretilla` para hacerle de toro". -Ahora bien, ¿al ver la afición del niño, no busco la manera de evitarle el toro? "No, lo único que sí le hice fue ponérsela difícil; yo soy de los que piensan que las cosas no deben de darse así tan fácil. Yo siempre pensé que las cosas eran al revés, que a como ahora están las cosas con las escuelas taurinas actualmente y yo siempre pensé (que) era mejor ponerle las cosas lo mas difícil posible.

"Yo, cuando íbamos a las charreadas, tenía que torear cebús (que son toros que embisten, pero con una embestida descompuesta que pone a prueba la habilidad física y técnica del lidiador), con decirle que Valente nunca tuvo un traje de corto; siempre que toreaba un becerro o se presentaba una oportunidad, siempre andaba de maletilla (vestido del torerillo, compuesto de tenis, pantalón de mezclilla y camisa blanca)".

Ya pasado el tiempo y por cuestiones de trabajo, el ingeniero Arellano, conoció al maestro Fermín Espinosa `Armillita Chico`.

"Y pues por la misma relación de los toros nos hicimos grandes amigos y, constantemente, estábamos en Chichimeco, Valente se pasaba los fines de año y las vacaciones grandes en el Chichimeco con ellos, con Fermincito y `El Gordo`, porque así le decían a Miguel. Y ahí pues se lo vacilaban, pero con ellos, él aprendió muchísimo, definitivamente, y como Valente decía: `Más que torear, aprendí a ser torero`, que yo creo que es lo que les falta a los muchachos de hoy. "Creo que a los muchachos de ahora se les han puesto las cosas demasiado fáciles y el toreo es una actividad de las más difíciles del mundo, se necesita forjarse de un carácter muy especial para sobreponerse.

"Yo podría haber tenido dinero para comprarle 100 toros a Valente y haberlo encerrado a torear para que aprendiera, pero nunca hubiera tenido la experiencia de enfrentarse a un público en contra de él, o la experiencia de que su compañero de terna o de cartel, ya cortó dos orejas y él no ha hecho nada. O de que el toro no salió bueno y de todos modos tiene que quedar bien. "Esto es algo que no tienen ahora los muchachos en las escuelas taurinas. Antes cuando un muchacho no quedaba bien en una novillada, pues a ver cuándo le daban otra, y sabía, por ejemplo, cuando Valente toreaba en el lienzo los Jacales de Monterrey: si quedabas bien una tarde, pues te repetían y si no quedabas bien, pues a ver cuándo te daban la otra.

"Y ahora, en las escuelas taurinas, si no quedas bien a lo mejor te mandan a Europa o se junta todo mundo y te pagan la estancia de un mes, dos, tres o cinco en Madrid y no tienes ese incentivo de que si no quedas bien, pues a ver cuándo vuelves a torear". "Ahora andan por ahí como `maestritos` y les falta esa garra que tenían los novilleros de antes".

Por: @cabritomayor

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