«¡Soro, Soro, Soro!, gritó la gente nada más romperse el paseíllo en la plaza de toros de Játiva. Luego, el pasodoble en su homenaje y memoria. Y una retahíla de entrega de placas conmemorativas, cuadros, trofeos... Recuerdos, la nostalgia, el cariño. Ese fue el telón de fondo de la tarde.
Vicente Ruiz, El Soro, volvió a vestirse de luces, 20 años y 56 operaciones después. Ahí es nada. Justo el día de la Virgen del Patrocinio, patrona de Foyos, su pueblo, cuya imagen imantaba las miradas en su precioso y nuevo capote de paseo antes de descansar en la barrera que ocupaba su hija María y Eva, actual pareja del torero.
De milagro y oro el vestido. De tabaco el color. Y la foto final a hombros, la recompensa al esfuerzo por salir del abismo, por superar el calvario. Por aferrarse a la vida. Dos decenios -20 años no son nada, decía Gardel, pero sí que son- tras el precipicio.
Ignoramos lo que pasaría por la cabeza de Vicente mientras cruzaba vestido de torero esos 20 metros del ruedo setabense. Más de 20 metros y más de 20 años arrancado del toreo por unas rodillas maltrechas.
Ni dios creía en que El Soro volvería a hacer un paseíllo de luces; pero Vicente sí cree en Dios. La fe mueve montañas: «Los milagros existen y yo soy la prueba», ha dicho más de una vez el torero de la huerta.
El maestro de Foyos quería volver a sentirse torero y siempre creyó en su reaparición: atrás quedó la silla de ruedas. Las muletas de aluminio han mutado en las de franela y en capotes de seda. Y las banderillas, aunque es rizar el rizo porque se sufre y porque estremece ver al Soro, a cuerpo limpio y con una visible alza en la zapatilla izquierda, frente a frente con el animal para poner los palos. Fue muy emotivo ver a El Soro vestido de torero con 52 años y tras quitarse del cuerpo 35 kilos.
Esfuerzo que no oculta una figura muy lejana a la de sus mejores años. Ya ha llovido desde aquél 8 de abril de 1994 en Benidorm, la última vez que el torero de Foyos se vistió de luces.
Pero el calvario de El Soro comenzó justo 10 años después de la tragedia de Paquirri y el toro 'Avispado', de Sayalero y Bandrés, en Pozoblanco en 1984, de cuyo cartel es único superviviente después de que a José Cubero Yiyo le partiera el corazón un toro en Colmenar Viejo al año siguiente, en agosto de 1985, y en 1988 el ganadero Juan Luis Bandrés caía asesinado por un empleado.
La de ayer era la corrida 693 en su trayectoria: 1.376 toros estoqueados, 1.002 orejas (contando las 2 de ayer) y 88 rabos.
Y en eso salió el toro. Veroniqueó Vicente con sabor, entrelazando chicuelinas en los medios y una larga graciosa. Cogió las banderillas y dejó los palos pese a la cojera evidente. Qué mérito, qué valor, qué fe. La diana floreada fue el prólogo de la primera faena. Entre la alegría de ver su sueño y el padecimiento se vivió el trasteo sorista. El descabello le privó de la oreja. Sentida la vuelta al ruedo. Todo preñado de emotividad. Muy soro los lances con el recibo al cuarto, abrochados con una media barroca. Invitó Vicente a banderillear a sus compañeros de terna. Esplá, Mendes, Morenito, en la memoria.
Sin apuros dejó los palos Luque. Y al violín Román en un gran par.
El Soro respondió con un par al violín al quiebro. La gente en pie.
En pie se puso también Alfonso Rus, alcalde de Játiva y presidente de la Diputación, para recibir el brindis de Vicente. Vibración y largura tuvo la primera serie diestra. La fuerza de lo mental es tremenda. Mucho mérito. Un desplante, ese Soro mirando arriba e incendiando los tendidos. Dos orejas. puerta grande a la heroicidad sólo de volver a sentir las miradas y los latidos del toro. Daniel Luque brindó al protagonista de la tarde. Un crío sería Daniel cuando Vicente era figura del toreo. Fácil y sobrado el de Gerena, cortó tres orejas. Y dos pasearía Román para que la fiesta fuera completa en una plaza que rozó los tres cuartos de entrada. La terna salió a hombros en un broche feliz y triunfal. Nadie sabe si será la primera y la última de El Soro o habrá más. El castigado físico dirá.
Ayer la mente ganó al físico. Y hubo final feliz. La alegría, la satisfacción y la salida a hombros se la merecía Vicente por su fe inquebrantable y su fuerza de voluntad. Bendición y nostalgia La reaparición de ayer de El Soro se vivió como un gran acontecimiento que removía sentimientos y nostalgias. Una hora antes ya había colas esperando en las taquillas y en las puertas de acceso. Un autobús salió desde Foyos hasta Játiva. Y presisamente en la Iglesia de Foyos quedaron bendecidos días atrás los dos vestidos de torear encargados por el torero valenciano: uno ciruela y otro verde esmeralda y oro, y dos capotes de paseo.
El Soro llegó a la plaza con calesa, tal y como lo hizo el día de su alternativa en Valencia, el 14/03/1982. La fuerza de la pasión y La fuerza de un pueblo fueron los lemas que encabezaban una fecha para la posteridad.
Salvador Ferrer
Vicente Ruiz, El Soro, volvió a vestirse de luces, 20 años y 56 operaciones después. Ahí es nada. Justo el día de la Virgen del Patrocinio, patrona de Foyos, su pueblo, cuya imagen imantaba las miradas en su precioso y nuevo capote de paseo antes de descansar en la barrera que ocupaba su hija María y Eva, actual pareja del torero.
De milagro y oro el vestido. De tabaco el color. Y la foto final a hombros, la recompensa al esfuerzo por salir del abismo, por superar el calvario. Por aferrarse a la vida. Dos decenios -20 años no son nada, decía Gardel, pero sí que son- tras el precipicio.
Ignoramos lo que pasaría por la cabeza de Vicente mientras cruzaba vestido de torero esos 20 metros del ruedo setabense. Más de 20 metros y más de 20 años arrancado del toreo por unas rodillas maltrechas.
Ni dios creía en que El Soro volvería a hacer un paseíllo de luces; pero Vicente sí cree en Dios. La fe mueve montañas: «Los milagros existen y yo soy la prueba», ha dicho más de una vez el torero de la huerta.
El maestro de Foyos quería volver a sentirse torero y siempre creyó en su reaparición: atrás quedó la silla de ruedas. Las muletas de aluminio han mutado en las de franela y en capotes de seda. Y las banderillas, aunque es rizar el rizo porque se sufre y porque estremece ver al Soro, a cuerpo limpio y con una visible alza en la zapatilla izquierda, frente a frente con el animal para poner los palos. Fue muy emotivo ver a El Soro vestido de torero con 52 años y tras quitarse del cuerpo 35 kilos.
Esfuerzo que no oculta una figura muy lejana a la de sus mejores años. Ya ha llovido desde aquél 8 de abril de 1994 en Benidorm, la última vez que el torero de Foyos se vistió de luces.
Pero el calvario de El Soro comenzó justo 10 años después de la tragedia de Paquirri y el toro 'Avispado', de Sayalero y Bandrés, en Pozoblanco en 1984, de cuyo cartel es único superviviente después de que a José Cubero Yiyo le partiera el corazón un toro en Colmenar Viejo al año siguiente, en agosto de 1985, y en 1988 el ganadero Juan Luis Bandrés caía asesinado por un empleado.
La de ayer era la corrida 693 en su trayectoria: 1.376 toros estoqueados, 1.002 orejas (contando las 2 de ayer) y 88 rabos.
Y en eso salió el toro. Veroniqueó Vicente con sabor, entrelazando chicuelinas en los medios y una larga graciosa. Cogió las banderillas y dejó los palos pese a la cojera evidente. Qué mérito, qué valor, qué fe. La diana floreada fue el prólogo de la primera faena. Entre la alegría de ver su sueño y el padecimiento se vivió el trasteo sorista. El descabello le privó de la oreja. Sentida la vuelta al ruedo. Todo preñado de emotividad. Muy soro los lances con el recibo al cuarto, abrochados con una media barroca. Invitó Vicente a banderillear a sus compañeros de terna. Esplá, Mendes, Morenito, en la memoria.
Sin apuros dejó los palos Luque. Y al violín Román en un gran par.
El Soro respondió con un par al violín al quiebro. La gente en pie.
En pie se puso también Alfonso Rus, alcalde de Játiva y presidente de la Diputación, para recibir el brindis de Vicente. Vibración y largura tuvo la primera serie diestra. La fuerza de lo mental es tremenda. Mucho mérito. Un desplante, ese Soro mirando arriba e incendiando los tendidos. Dos orejas. puerta grande a la heroicidad sólo de volver a sentir las miradas y los latidos del toro. Daniel Luque brindó al protagonista de la tarde. Un crío sería Daniel cuando Vicente era figura del toreo. Fácil y sobrado el de Gerena, cortó tres orejas. Y dos pasearía Román para que la fiesta fuera completa en una plaza que rozó los tres cuartos de entrada. La terna salió a hombros en un broche feliz y triunfal. Nadie sabe si será la primera y la última de El Soro o habrá más. El castigado físico dirá.
Ayer la mente ganó al físico. Y hubo final feliz. La alegría, la satisfacción y la salida a hombros se la merecía Vicente por su fe inquebrantable y su fuerza de voluntad. Bendición y nostalgia La reaparición de ayer de El Soro se vivió como un gran acontecimiento que removía sentimientos y nostalgias. Una hora antes ya había colas esperando en las taquillas y en las puertas de acceso. Un autobús salió desde Foyos hasta Játiva. Y presisamente en la Iglesia de Foyos quedaron bendecidos días atrás los dos vestidos de torear encargados por el torero valenciano: uno ciruela y otro verde esmeralda y oro, y dos capotes de paseo.
El Soro llegó a la plaza con calesa, tal y como lo hizo el día de su alternativa en Valencia, el 14/03/1982. La fuerza de la pasión y La fuerza de un pueblo fueron los lemas que encabezaban una fecha para la posteridad.
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