La tardanza en blindar los toros ha dejado al descubierto la dejadez de los taurinos durante décadas. Además desde hace tiempo la Fiesta arrastra otros problemas que se han agravado en los últimos años.
Hubo un tiempo en el que los toreros no se daban besos ni abrazos en el patio de cuadrillas antes de torear. La efusividad con la que hoy se desean suerte la mayoría de toreros nada tiene que ver con lo que sucedía en la época de Antonio Ordóñez o Luis Miguel Dominguín, a quienes resulta complicado imaginar en tales circunstancias. Este cambio radical en las formas quizá sea un reflejo más de la transformación que la tauromaquia ha sufrido en las últimas décadas. Ahora los aficionados echan de menos los enfrentamientos de verdad, los duelos –y no los mano a mano de hoy, que de tantos como hay ya no se los creen ni los propios protagonistas– entre las dos figuras del momento cuya rivalidad trascendía más allá de la plaza. Sí, eran otros tiempos.
En los últimos días algunos han echado las campanas al vuelo por la declaración de la Tauromaquia como Patrimonio Cultural Inmaterial, si duda, un paso importante en el blindaje de la Fiesta. Sin embargo, la realidad es que para haber llegado hasta aquí fue necesaria la prohibición de los toros en Cataluña. La dejadez de los propios taurinos durante todo este tiempo se une a otros problemas que la Fiesta viene arrastrando en las últimas décadas. Para señalar los males de los toros y hacer autocrítica, LA GACETA ha hablado con los críticos Domingo Delgado, Ricardo Díaz Manresa (ex presentador del programa Clarín de Radio Nacional), el ganadero Ricardo del Río (ganadería Victoriano del Río), el torero (retirado) Eduardo Dávila Miura y el cronista taurino José Antonio del Moral.
-¿Cuál es el mayor enemigo de la Fiesta?
Domingo Delgado: Los enemigos de la fiesta son incontables: los antitaurinos, los nacionalistas, los políticos acomplejados, los periodistas sensacionalistas... entre todos han conseguido sensibilizar a una opinión pública hipócrita y papanata que se escandaliza por el atropellamiento de un perro y luego justifica el aborto. Pero sin duda el peor enemigo de la fiesta son los taurinos, los que viven de los toros. Todo les importa un carajo, van a llevárselo muerto, sin sembrar nada de cara al futuro.
Ricardo Díaz Manresa: El enemigo está dentro. Si tú en el tendido no tienes miedo, malo. Cuando uno diga “yo no bajo ahí ni aunque me den 2.000 millones de pesetas” es que las cosas se están haciendo bien. El verbo más infame que utilizan los toreros es el de “disfrutar”. ¿Qué coño disfrutar? ¿Cómo se puede disfrutar delante de un toro? Excepto cuando uno se acopla con el toro y salen faenas redondas, que sucede en pocas ocasiones.
José Antonio del Moral: El toro sin fuerza y descastado.
Eduardo Dávila Miura: Nos ha faltado autocrítica, deberíamos tratar mejor a los aficionados. Cuando yo toreaba sólo me preocupaba de cortar orejas y torear mucho. Después de retirarme comprendí que tenemos que ser más activos.
Ricardo del Río: Los taurinos no estamos haciendo nada por la Fiesta, no la publicitamos y no tenemos imaginación. Si no hacemos algo esto en 20 años se puede acabar. Desde dentro se está extinguiendo.
-A diferencia de otros espectáculos como el fútbol, ¿por qué no sabemos cuánto gana una figura del toreo?
D. D.: No sabemos lo que gana una figura porque inmediatamente se presentaría un inspector de Hacienda para llevarse hasta el 51%. Lo que es un escándalo es que los jugadores de fútbol se lo lleven calentito, mientras son los clubs quienes pagan los impuestos.
R. D. M.: En los contratos no ponen la cantidad, ponen algo así como “dinero convenido”. No se sabe nada de las cifras. De fútbol lo sabemos todos: cuánto ha costado, quién ha dado el crédito. A la gente no le atraen los toros porque no da noticias. El fútbol genera muchas más noticias fuera del campo que dentro, el toro pocas dentro y ninguna fuera.
J. A. M.: Lo que ganan los toreros siempre fue un misterio. Nunca se sabrá a ciencia cierta aunque cada cual gana en función de la gente que va a verle.
R. R.: Los contratos y la facturación son públicos. En los contratos de fútbol sabemos lo que quieren que sepamos. Lo que sé es que muchas veces no hay ni contrato: vas a actuar en tal sitio, la administración te pide un documento para asegurar que el festejo se va a celebrar con ese torero, no te pide la cantidad que vas a facturar. ¿Qué dinero vas a facturar si llueve en una feria?
-¿El impulso que necesita la Fiesta sería que aparecieran dos toreros que mantuvieran una rivalidad de verdad?
D. D.: En una sociedad donde causa pavor la muerte y el derramamiento de sangre, no podemos esperar que los toreros salgan a dejarse la piel todos los días. Los valores tradicionales del toreo son incompatibles con la sociedad light, políticamente correcta, que no fuma ni bebe y le da yuyu envejecer... Hoy cuando por casualidad, sale una corrida dura, la gente no disfruta, sino que sufre y se tapa los ojos. Por eso los mano a mano son light, igual de light que el público al que van dirigidos.
R. D. M: Diego Puerta le decía a Paco Camino: “A ti te gustan los Santa Coloma, yo toreo ésta pero la próxima tú toreas la que yo diga”. Eso sí era competir de verdad. Toreaban muchos más encastes, era una cosa más verdadera. El toro de hoy es el más grande de la historia, pero también el más parado. Hoy lo de los mano a mano se hace para ganar más dinero, es decir, repartírselo entre dos en lugar de tres. En realidad no son manos a mano, son dos que torean juntos.
J. A. M.: Ahora hay más connivencia que rivalidad. La única que podría haber interesante es la de Enrique Ponce y José Tomás, pero Tomás no la aceptó ni la aceptará.
E. D. M.: Lo que la Fiesta necesita es abrirse al mundo. Explicar a los que desconocen la Fiesta en qué consiste esto tan bonito. Conozco a muchos extranjeros que se han enamorado de las corridas de toros. Ellos sí que tienen credibilidad, mucha más que los que hemos vivido de la Fiesta.
R. R.: Hace falta que aparezca un torero que le dé un impulso a la fiesta. Actualmente se torea mejor que nunca. La Tauromaquia está mucho más evolucionada que nunca, pero creo que estamos saturados de las mismas figuras.Necesitamos uno como El Cordobés.
-¿Por qué las figuras no torean encastes ‘difíciles’ como hacían antaño Dominguín, Ordóñez y tantos otros?
D. D.: Llevamos muchos años así. La querencia exclusiva y excluyente por el encaste Domecq, no es más que el último episodio de una historia que se inició hace muchos años. Las figuras no quieren ver al toro-toro ni en pintura. Ellos son los principales responsables del toro bobo que se cae. El toro de verdad hace pasar mucho miedo y da cornadas. Las figuras quieren ganar dinero sin sufrimiento, ni sobresaltos. Actitud humanamente muy comprensible, pero ruinosa para la Fiesta.
R. D. M.: Las figuras prefieren el encaste Domecq. Los empresarios son los apoderados del público pero no ejercen como tal, están al servicio de los toreros. Sólo hay que ver lo que sucedió el domingo pasado en Sevilla: se llenó la plaza en San Miguel, que ya es un milagro, y Juan Pedro Domecq pegó un petardazo. Son toros aburridos y cuando embisten lo hacen a la mexicana, es decir, muy borreguiles. Estos toros no tienen fuerza. Las figuras no llenan la plaza. Si fueran como El Cordobés podrían torear lo que quisieran.
J. A. M.: La última figura que lo ha hecho y en mayor grado es Enrique Ponce. Sin duda, este es uno de los grandes problemas del toreo de hoy.
R. R.: Antiguamente había más variedad y funcionaban más ganaderías. El domingo pasado Juan Pedro pegó un petardo y yo otro en Albacete. La trayectoria de las ganaderías está contrastada. En ganaderías más duras salen toros más irregulares. El número de toros buenos y malos te hacen inclinar la balanza.
Javier Torres ABC
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