jueves, 12 de agosto de 2010

LOS NUEVOS "JUNÍPEROS"

  Capítulo I


Cómo cortó una pata a un cerdo, sólo por dársela a un enfermo

Uno de los primeros y más escogidos discípulos y compañeros de San Francisco fue fray Junípero, hombre de profunda humildad y de gran caridad y fervor. De él dijo una vez San Francisco a sus santos compañeros:



-- Será buen fraile Menor aquel que se haya vencido a sí y al mundo como fray Junípero.



En una ocasión, en Santa María de los Angeles, fue a visitar, encendido todo en caridad divina, a un fraile enfermo, y le preguntó con mucha compasión:



-- ¿Podría yo hacerte algún servicio?



-- Mucho consuelo me darías -le respondió- si pudieras hacerme con una pata de cerdo.

-- Déjalo de mi cuenta -dijo al instante fray Junípero-, que inmediatamente la encontraré.



Marchó, y se hizo con un cuchillo, creo que en la cocina; salió con mucho fervor al bosque donde comían unos cerdos, y echándose a uno, le cortó una pata y huyó, dejándolo con el pie cortado. De vuelta ya en el convento, lavó, arregló y coció la pata, y después de aderezarla muy diligentemente, se la llevó al enfermo con mucha caridad. El enfermo la comió con avidez, no sin mucho consuelo y alegría de fray Junípero, el cual, para contentarlo más, le refería, muy gozoso, todas las circunstancias del asalto que había dado al cerdo.

Mientras tanto, el porquero, que había visto al fraile cortar el pie, se fue con mucha indignación a contar a su amo toda la historia según había sucedido. Y éste, informado del hecho, vino al convento llamando a los frailes hipócritas, ladronzuelos, engañadores, criminales y gente perdida, porque habían cortado la pata a su cerdo. Al gran alboroto que hacía, acudió San Francisco, y en pos de él los otros frailes. El Santo, como ignorante del hecho, los excusaba, con mucha humildad, y para aplacarle prometía reparar todo el daño que había recibido. Mas ni por eso se calmaba, antes prorrumpía con mucha ira en villanías y amenazas, irritándose más contra los frailes, e insistía siempre en que con toda malicia le habían cortado la pata a su cerdo; y, por fin, se marchó escandalizado, sin querer admitir excusa ni promesa alguna.



Lleno de prudencia San Francisco, mientras todos los otros frailes estaban estupefactos, pensó y dijo para sí: «¿Habrá hecho esto fray Junípero por celo indiscreto?» Y haciéndole llamar secretamente, le preguntó:



-- ¿Cortaste acaso tú la pata a un cerdo en el bosque?



Fray Junípero, no como quien ha cometido una falta, sino como el que cree haber hecho una grande obra de caridad, respondió muy alegre:



-- Dulce Padre mío, así es; corté un pie a dicho cerdo, y si quieres saber el motivo, Padre mío, escúchame con sosiego. Fui a visitar al enfermo fray N...

Y le refirió exactamente todo el hecho, añadiendo después:



-- En vista del consuelo de nuestro hermano y de lo bien que le sentó, te aseguro que, si como se lo corté a un cerdo se lo hubiera cortado a cien, lo habría dado Dios por bien hecho.



A lo que San Francisco, con celo de justicia y con gran amargura, respondió:



-- ¡Oh fray Junípero! ¿Por qué has hecho tan gran escándalo? No sin razón se queja aquel hombre y está tan irritado contra nosotros, y acaso anda ahora difamándonos en la ciudad por tan grande culpa, y tiene mucho motivo. Te mando, por santa obediencia, que corras en busca de él hasta que le alcances, y échate por tierra y confiésale tu culpa, prometiéndole que le darás tan entera y cumplida satisfacción, que no tenga motivo para quejarse de nosotros, pues ciertamente ha sido un exceso demasiado grande.



Fray Junípero se admiró mucho de estas palabras, y estaba asombrado de que una acción tan caritativa pudiese causar la mínima turbación, porque le parecía que las cosas temporales nada valen sino en cuanto se comunican caritativamente por el prójimo. Respondió, por fin, fray Junípero:



-- No te dé cuidado, Padre mío, que inmediatamente le pagaré y le contentaré. ¿Por qué ha de estar así turbado, si al fin el cerdo era más de Dios que de él, y se hizo una obra de caridad tan grande?



Corrió, pues, y alcanzó al hombre, que estaba sobremanera airado y no le había quedado pizca de paciencia. Fray Junípero se puso a contarle cómo había cortado la pata al cerdo y por qué motivo lo había hecho; y se lo decía con tanto fervor, entusiasmo y gozo, cual si en ello le hubiese prestado un grande servicio que debiese ser muy bien recompensado. El hombre, arrebatado y vencido de la ira, dijo a fray Junípero muchas villanías; le llamó extravagante, ladronzuelo, estúpido y malandrín perverso.




Nada se le dio a fray Junípero por semejantes palabras, pues en recibir injurias se recreaba; pero estaba maravillado, y pensó que no le había entendido bien, porque a él le parecía asunto de alegría y no de ira, por lo cual le repitió toda la dicha historia, se le echó al cuello, le abrazó y besó, le dijo cómo todo se había hecho por caridad, y le invitó con muchas súplicas a que hiciese lo mismo con el resto del cerdo. Le hablaba con tanta caridad, simplicidad y humildad, que, volviendo en sí aquel hombre, se postró en tierra, arrepintiéndose y derramando muchas lágrimas por las injurias que había dicho y hecho a tan santos frailes; después mató el cerdo, lo coció y vino a traerlo, llorando de devoción, a Santa María de los Angeles y se lo dio a comer a aquellos santos frailes, en compensación de las injurias que les había dicho y hecho.



Al ver San Francisco en este santo fray Junípero su simplicidad, grandísima paciencia y admirable sufrimiento en las adversidades, dijo a los compañeros y a los demás circunstantes:



-- Hermanos míos, ¡pluguiera a Dios que de tales Juníperos tuviera yo un gran bosque!

 Sí, los antitaurinos hoy son los nuevos "juníperos". Francisco de Asís tenía en Junípero un compañero servicial, pero muy corto de luces. Tan corto  como hemos podido apreciar con la lectura. Claro Francisco tuvo que ir a apaciguar al vecino que montó en cólera, como era lógico y maravillarse ante los cortísimas entendederas de fray Junípero.


Hoy lo juníperos son esos animalistas que ni cortos ni perezosos andan prohibiendo un espectáculo para que no sufra el hermano toro,  a sabiendas que eso va a suponer, de prosperar en todas partes su tesis, la desaparición del toro de lidia, de sus razas y encastes, amén del daño que se le va a hacer a muchas personas que giran alrededor del toro... 

No merece la pena seguir hablando, Se ve que juníperos existirán siempre, con sotana y sin ella: los tiempos nos siguen y nos seguirán maravillando. Y si bien el deseo de Francisco era tener un bosque lleno de juníperos, esperemos que se refiriese a la planta del mismo nombre, porque si no fuese así supongo yo que lo que es dejarle a Junípero un cuchillo no se atrevió más Francisco.



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