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martes, 5 de agosto de 2014

VALENTE ARELLANO

Valente Arellano (Torreón, Coahuila; 30 de agosto de 1964 - 4 de agosto de 1984) fue un torero mexicano.

Su debut fue en la Monumental Plaza de Toros México, Distrito Federal, el 29 de septiembre de 1982, cortando dos orejas. Su alternativa la tuvo el 4 de junio de 1984, en la Monumental de Monterrey, de manos de Eloy Cavazos, en presencia de Fermín Espinosa "Armillita Hijo", actuación donde cortó una oreja.


Un accidente de circulación le costaría la vida el 4 de agosto de 1984, mientras conducía su motocicleta, su verdadera pasión, a toda velocidad en una calle de los suburbios de su natal Torreón, en vísperas de una presentación que tendría lugar en un festival taurino en la Ciudad de Gómez Palacio, Durango, México.

Ha quedado instituido en su ciudad natal el trofeo Valente Arellano para el mejor novillero del año.

Crónica del accidente


Los minutos transcurrían con tranquilidad, cerca de la medianoche del 4 de agosto de 1984, en las calles de Torreón, Coahuila. De pronto, en la oscuridad, apareció un chorro de luz zigzagueante y se escuchó un chirriante derrape de neumáticos, seguido de un impacto seco y de estrépito. Una ninja 750 turbo se estrelló con gran velocidad, primero en la banqueta de la calle. Brutal accidente. La hermosa motocicleta, dotada de lo más sofisticado en el ramo, quedó con motor ahogado, y a unos metros, quedó, aún con vida, el cuerpo de su piloto.

Se escuchaban los quejidos del infortunado, quien vestía playera deportiva, tenis y pantalón de mezclilla. Ese joven, se supo de inmediato, era Valente Arellano Salum, matador de toros y todo un orgullo lagunero. El 5 de agosto, dejó de existir víctima de un estallamiento de vísceras. Se había ensañado despiadadamente el destino.

Se apagó raudo este prospecto al que se le consideraba una real promesa para convertirse en un diestro que hiciera época. No alcanzó el tiempo para conseguir el pináculo en la profesión y cumplir con el deseo que fue obsesión permanente en su interior: ser figura del toreo, el mejor de todos, lo manifestaba sin ambages.

Dueño de gran carisma


Desde pequeño mostró ser un mal estudiante, le "hacía asco" a la escuela, no así, a todo aquello con aroma a fiesta brava y a su símbolo, el toro.

Su padre, Valente Arellano Flores, un taurino recalcitrante, torero práctico, invadido de una gran afición, contaba con una biblioteca de gran nivel. Valente hijo devoraba esos escritos de los maestros revisteros de principios del siglo XX.

Su padre, quien por su actividad de enología, entabló amistad con don Fermín Espinosa "Armillita Chico" , por ser el maestro vinicultor, dio pábulo a que el chamaco se empapara en el medio taurino.

Cuenta la leyenda que don Fermín y don Valente tuvieron conexión por cuatro novillos, ya cuajados, que adquirió el padre del personaje de esta historia para matarlos en solitario.

Cuando fueron embarcados en el rancho Chichimeco, en Aguascalientes, los dominios de la casa torera de los Armillita , a don Fermín le picó la curiosidad de conocer a ese "valiente". Y mucho le sirvió a Valente hijo ir a la hacienda con cierta constancia, observar tientas, torear vacas y escuchar con atención las indicaciones que a los toreros les impartía el maestro Armillita .

Al mismo tiempo, Valente Arellano tuvo la oportunidad de contactar con Fermín y Miguel Espinosa, con Manolo Arruza, con David y Alejandro Silveti, que ya despuntaban en el medio.

Por tanto, muy niño, un crío como se dice en el medio, debutó Valente en la plaza de Ciudad Lerdo, en la misma comarca lagunera. Lo hizo alternando ya con un novillero cuajado como era Alfonso Hernández El Algabeño y matando un lote fuerte, bien armado del hierro de Santacilia , de los señores Obregón.

Suceso que se produjo el 21 de octubre de 1979. Cortó una oreja, proeza importante, pero todos coincidieron que lo realmente trascendente era el impacto que causó y esa recia personalidad que destelló.

En los calendarios siguientes, 1981 y 1982, realizó una campaña importante en provincia. Incluso, se presentó en la plaza "La Florecita" de Ciudad Satélite. Igualmente unificó el criterio de la prensa y de los aficionados.

Arma la grande en la México


Los triunfos, que sumaba en provincia, de inmediato alcanzaron fama. Se hablaba con interés. La verdad es que provocó toda una tolvanera. Penetró en el ánimo de la gente y el chaval daba otro cariz a la fiesta. Propició que hubiera competencia en el primer tercio, o sea en los quites. Pero además, era un banderillero brillante, dentro de su capacidad, en su nivel de ese momento de su carrera, se proyectaba con la muleta y se iba tras la espada.

Cinco actuaciones como novillero en la Plaza México. Esa campaña de 1982 fue el elemento más distinguido y escribió folios importantes, junto con Manolo Mejía, torero técnico ciento por ciento, muy a la Manolo Martínez, su amigo y protector, y Ernesto Belmont, quien se convertía en un alternante difícil, pues iba a todas e intentaba todo y bien.

Valente debutó en el gran embudo capitalino, el 26 de septiembre, alternando con Eduardo Flores y Manolo Rodríguez. Le cortó dos orejas al novillo Campeador de Rodrigo Tapia.

Repitió con interés, lo que se reflejó en la asistencia, el 24 de octubre, con Manolo Mejía y Luis Fernando Sánchez. Novillos de Huichapan . Le correspondió un astado con mucha cara y pitones de nombre Fandango.

Las dos siguientes apariciones en la misma campaña fueron de convencimiento. El 7 de noviembre, alternando con Mejía y Belmont, se formó la que no estaba escrita. Los tres cortaron orejas, Valente, el rabo al novillo Pelotero , de Felipe González . Coincidencia: existe otro Pelotero, de San Martín , al que inmortalizó en el mismo escenario José Antonio Ramírez El Capitán .

Valente con desparpajo invitó a sus compañeros a que hicieran quites a ese novillo tlaxcalteca. La gente que suspiraba por algo así, estalló de entusiasmo.

Para cerrar el año, el 28 de noviembre, se repitió el cartel con Mejía y Belmont. Valente los superó, le cortó dos orejas a Mírame y otras dos a Chavelo, del hierro de La Venta del Refugio .

El año fatídico


Todo lo relevante que fue para Valente el 82, resultó de mal fario, el 83. En la México, actuó por quinta vez, el 13 de marzo, alternando con Rafael Martín y Ernesto Belmont, reses de Los Martínez . Escuchó un aviso en cada uno de sus enemigos.

Para colmo, empezaron los percances y sobre todo las fracturas que tanto daño hacen. El 4 de septiembre en San Luis Potosí, un novillo lo alcanzó, sufriendo rotura de ligamentos de la rodilla. De inmediato, en un avión del rejoneador Jorge Hernández Andrés, se le trasladó a El Paso, Texas. De todos modos hubo un receso y una inactividad inoportuna.

Su juventud, su fortaleza, hombre deportista, sanó rápido. Pero en diciembre vino otro grave percance. En la plaza de Pachuca: fractura del acromio clavicular izquierdo.

A medio año de 1984, el día 4 de junio, tomó la alternativa en Monterrey de manos de Eloy Cavazos y Miguel Espinosa "Armillita" de testigo, toros de San Miguel de Mimiahuapan. Cortó una oreja.

Le faltó tiempo, sólo toreó nueve corridas. Empezaba a tomar nuevamente el ritmo en el nivel de matador de toros.

Nada disfrutaba más, como el torear, que correr ¿o acaso volar? en su moto. En esa Harley Davidson 150, el estrés del toro era constante, se relajaba con la velocidad. Sí, sus pasiones arraigadas, el toro y su fina y hermosa jaca mecánica.

Una de ellas, lo que parece ilógico, fue el arma válgase la expresión que le cortó la existencia.

El astado lo respetó y su epílogo no fue sucumbir en la arena de un ruedo en la profesión que empezaba a caminar, que hubiese sido lo normal. Perdió la vida corriendo, lo mató la velocidad que imprimió a su moto en una calle de la ciudad de Torreón, en una noche de apacible calma.

Al día siguiente, 5 de agosto, se quedó anunciado en la Plaza de Monterrey.



jueves, 26 de septiembre de 2013

PASODOBLE MARTIN AGÜERO


 
Uno de los mejores pasodobles jamás escritos.
 
BIOGRAFÍA DEL TORERO
 
Nació en Bilbao el 3 de febrero de 1902, siendo el primogénito de siete hermanos de los que Manolo Agüero y José Agüero fueron novilleros. Su padre, Martín Agüero, riojano natural de Tormantos, y su madre Rosario Ereño, vizcaína nacida en Munguía tuvieron siete hijos: Martín, Rafaela, Lucrecia, José Manuel, José, María Ángeles y Andrés.
Martín fue cuñado y tío respectivamente de los matadores de toros mexicanos Fermín Rivera Malabehar y Curro Rivera Agüero. Es tío abuelo del actual matador de toros mexicano Fermín Rivera.
Fue considerado el mejor estoqueador de la década de 1920, esto tiene especial relieve debido a que en ella se encontraron los excepcionales y gran parte de los considerados mejores "matadores" de toros que han existido, tales como: Diego Mazquiarán "Fortuna", Nicanor Villalta, el mexicano Luis Freg y el propio Martín Agüero.
 
Los años 1925, 1926 y 1927 fueron los mejores de su carrera siendo de la máxima actualidad taurina y el estoqueador cumbre de la época por su facilidad única, su dominio asombroso y su valor enorme. La suerte de matar era para Martín algo instintivo y genial. La suerte suprema encontró en este torero uno de sus más formidables y portentosos ejecutantes. Decenas de toros matados de otros tantos volapiés, cruzándose siempre y saliendo airoso. Fue un hecho reconocido que Martín mató de una sola estocada a casi todos los toros que se enfrentó.
Considerado como uno de los mejores estoqueadores de todos los tiempos, por ejecutar la suerte suprema con gran decisión y técnica depurada, fue conocido como "El rey del volapié" cuando la suerte de matar era la preferida por el público y determinante en el éxito final de la corrida.
 
Martín Agüero fue el primer miembro de una extensa familia de lidiadores taurinos con gran solera en Bilbao, al que siguieron varios hermanos, cuñados y sobrinos. Estuvo en vida familiarmente unido a los toreros siguientes: hermano Manolo Agüero novillero y luego banderillero hasta su retirada en 1962; hermano José Agüero, novillero y mutilado en la guerra civil de España; cuñado Fermín Rivera Malabehar matador de toros mejicano; sobrino Curro Rivera Agüero matador de toros mejicano, concuñado Luis Díez Espadas novillero y banderillero bilbaíno, fallecido en 1949 como consecuencia de una cogida en una novillada celebrada dos meses antes; concuñado de Alfredo Díez Espadas novillero bilbaíno y tío segundo de Julio Espadas novillero bilbaíno.
María Ángeles Agüero, hermana de Martín, al fallecimiento de su esposo Fermín Rivera Malabehar fue propietaria y la responsable del rancho y ganadería de reses bravas "La Alianza", situado en Ojuelos de Jalisco, en el estado de Estado de Jalisco, México, hasta su fallecimiento el año 2010. María Ángeles Agüero fue esposa de Fermín Rivera Malabehar y madre de Curro Rivera Agüero.
El pasodoble "Agüero" que lleva su nombre, fue compuesto por el maestro José Franco Rivate y es un habitual en todos los grandes cosos de España y un clásico en las Corridas Generales de Bilbao, Aste Nagusia.
 
Bilbao, su pueblo, le dedicó la calle "Martín Agüero" para quien supo colocar el nombre de Bilbao en alta posición por toda la geografía taurina. En el número 1 de la calle Martín Agüero se ubica la Plaza de toros de Vista Alegre de Bilbao.
 
En 1919 se presenta en Bilbao, actuando seguidamente en los ruedos de Vizcaya, Navarra, Aragón, La Rioja y Francia.
Debutó con picadores en Barcelona el 17 de septiembre de 1922, en la Plaza de toros de Las Arenas, lidiando en toda España más de 44 novilladas.
Se presentó en Madrid el 23 de junio de 1923 en la Plaza de toros de la carretera de Aragón con novillos de Esteban Hernández alternando con Pepe Belmonte y José Posadas. Su novillo de presentación se llamó "Tempranero". Durante este año fue uno de los líderes de la novillería actuando en 36 novilladas en las principales plazas de España.

domingo, 24 de marzo de 2013

SU MAJESTAD CURRO I DE ESPAÑA

Francisco Romero López, más conocido como Curro Romero o «El Faraón de Camas» (1 de diciembre de 1933) es un torero español, natural de Camas (Sevilla). Comenzó su carrera profesional en el barrio de La Pañoleta (Camas, Sevilla), el 22 de agosto de 1954 junto a Limeño.
Toreó por primera vez con caballos en Utrera el 8 de septiembre de 1954, con Juan Gálvez y Francisco Corpas, con novillos de Ruperto de los Reyes.
Debutó en la plaza de toros de Las Ventas de Madrid el 18 de julio de 1957, con toros de Alipio Pérez-Tabernero, acompañando a Adolfo Aparicio y Vázquez II.
  
 
Le dio la alternativa Gregorio Sánchez, en la plaza de toros de Valencia, el 18 de marzo de 1959, teniendo como testigo a Jaime Ostos y con el toro: "Vito" del Conde de la Corte. Ese día no tuvo ningún éxito, e incluso recibió un aviso.
La confirmó en Las Ventas el 19 de mayo de 1959, con Pepe Luis Vázquez y Manolo Vázquez, con el toro:"Lunito" de Eusebia Galache. Se suspendió el festejo por la lluvia en el tercer toro.
Salió por la Puerta del Príncipe de la Maestranza de Sevilla en cuatro ocasiones: 19 de mayo de 1966; 13 de junio de 1968; 29 de mayo de 1972 y 19 de abril de 1980.
Una de sus tardes más destacadas tuvo lugar en Sevilla el 19 de mayo de 1966, cuando cortó ocho orejas a seis toros, siendo el torero que más orejas ha cortado en una tarde en la Maestranza.
En Las Ventas salió siete veces por la Puerta Grande: 24 de mayo de 1973 (cortó dos orejas pero renunció a salir en hombros); 24 de mayo de 1965 (1 oreja); 28 de mayo de 1967 (2 orejas); 22 de septiembre de 1959 (1 oreja); 4 de julio de 1963 (2 orejas); 7 de julio de 1966 (2 orejas) y 28 de mayo de 1966 (2 orejas). Ha concedido 35 alternativas. Tiene un monumento en Sevilla, cerca de La Maestranza.
 
  

sábado, 23 de febrero de 2013

NIMEÑO II

Sucedió y se quedó para el recuerdo... (II)





Autor: Michel Dieuzaide


Christian Montcouquiol (Nimeño II)
El 10 de septiembre de 1989 hace el paseo en Arles con Víctor Mendes y Rafael Perea "El Boni" para estoquear toros de Eduardo Miura. Su segundo toro, "Pañolero", un miura con mas de un metro de pitón a pitón le propina una voltereta de la cual Christian cae sobre las cervicales. Herido de gravedad, lucha durante muchos días contra la muerte y muchos meses para rehabilitarse. Al cabo de un año del accidente, recobra al fin el uso de sus dos piernas y de su brazo derecho; sin embargo, el brazo izquierdo continuaba paralizado. La afición francesa sigue día a día la evolución de Christian. Pero Nimeño no soporta no poder volver a ponerse el traje de luces. Christian decide quitarse la vida y se suicida ahorcándose el 25 de noviembre de 1991 en el garaje de su casa.

viernes, 22 de febrero de 2013

PACO OJEDA

Francisco Manuel Ojeda González (nacido en Sanlúcar de Barrameda, Cádiz, el 6 de octubre de 1955)[2] [3] conocido artísticamente como «Paco Ojeda» es un matador de toros español. Tomó la alternativa en El Puerto de Santa María el 19 de julio de 1979 de manos de Santiago Martín «El Viti», y José Luis Galloso como testigo, con el toro: «Rompeluna» de Carlos Núñez. Realizó la confirmación de su doctorado en Madrid, el 25 de agosto de 1982, apadrinado por José Luis Parada y de testigo F.R. Gallito de Zafra, con el toro: «Canastillo» de Cortijoliva.
El 20 de mayo de 1979, en la plaza de la Real Maestranza de Sevilla, triunfó como novillero y salió a hombros por la puerta del Príncipe al cortar tres orejas a un lote de Diego Romero. La tarde del 12 de octubre de 1982, también en Sevilla, volvió a salir a hombros por la Puerta Grande, esta vez como matador de toros, tras cortar cuatro orejas a un encierro de Manuel González que estoqueó en solitario. Un año después, el 3 de abril, salió a hombros de la plaza de toros Monumental de Barcelona, al cortar tres orejas. Ese mismo año, el 23 de mayo, cortó cinco orejas en las Arenas de Nimes (Francia). En 1983 dominó el escalafón.

martes, 19 de febrero de 2013

TOREROS


LOS PRECURSORES: CHICLANERO

Matador de toros nacido en Chiclana el 18 de marzo de 1818. No pudo desarrollar su afición a los toros hasta la muerte de su padre, un trabajador del campo, ya que éste se negaba a que su hijo se dedicara al toreo.
 
 
Paquiro lo vio torear en una novillada en Chiclana, y, adivinando sus posibilidades, le ofreció un puesto en su cuadrilla. Pronto adquiere fama de valiente, y en 1840 aparece ya en los carteles de la plaza de Madrid. El propio Paquiro, convertido ya en su protector y maestro, le da la alternativa en Bilbao en 1842.
 
Su carácter le llevó a enfrentarse con su maestro. A partir de 1844 se independiza y continúa su carrera de éxitos, hasta que en 1851 empieza a tener problemas de salud.
 
En 1853, agotado y enfermo, no pudo cumplir su contrato para torear en Madrid. Muere con 34 años, viendo pasar desde su habitación las cuadrillas y el público que iba a la plaza.

miércoles, 13 de febrero de 2013

LOS PRECURSORES: MANUEL DÍAZ "LAVI"

Manuel Díaz, “Lavi”, fue –sin duda- todo un personaje. Un diestro gaditano, nacido durante la Guerra de la independencia (sobre 1810) que reunió en sí toda la gracia de la tierra, su afición a la buena vida, al cante, y a la juerga, y un valor plenamente contrastado, aunque Dios no le ayudara en los caminos del arte taurino. Torero absolutamente desigual, irregular, lo mismo se mostraba valeroso, esforzado, dispuesto, pero sin demasiado arte y salero, que temeroso, desastrado, ignorante o vulgar; la gracia sin par sólo le acompañaba en sus quehaceres alejados del ruedo. Matador eficaz, hacía de todo, recortaba, quebraba, capeaba, brincaba y saltaba los toros, y hacía cosas tanto asombrosas como disparatadas. Los toros negros, eso sí, fruto de una premonición o mal sueño que tuvo, siempre supusieron una barrera infranqueable para su ánimo, y frente a ellos dibujó sus páginas más deplorables.

Manuel Díaz "Lavi"

sábado, 9 de febrero de 2013

LOS PRECURSORES: PAQUIRO


Nacido en Chiclana de la Frontera, recibió en su bautizo, que tuvo lugar el 13 de enero de 1805 en la iglesia parroquial de San Juan Bautista, el nombre de Francisco Montes Reina. Otro nombre, legendario ya incluso en vida suya, le estaba reservado: el de “Paquiro”.



I. Juventud de Paquiro
"...Nació Francisco Montes en una familia con recursos suficientes para vivir con sobrada dignidad el día a día y mirar sin inquietud el futuro. Su padre, Juan Félix Montes, administrador de los bienes que por entonces poseía el marqués de Montecorto en la Villa de Chiclana, llevaba a casa el dinero preciso para que pudieran permitirse algunos que otros sueños, también algún sueño para su hijo. Así lo veía, pues había posibilidades para ello, de cirujano, carrera entonces no muy larga y con futuro.

Si los sueños del niño apuntaban en la misma dirección que aquellos soñados para él por su padre es cosa que no sabemos. Sabemos, en cambio que, a la par que sus padres le proporcionaban una sólida formación moral (cuyos frutos adornarían a “Paquiro” todos los días de su vida), aprovechó el niño para recibir cuantas lecciones le proporcionaba la naturaleza en su entorno. Y así lo vemos, administrador de fincas rústicas su padre, disfrutar del campo desde muy pequeño, en contacto temprano e inmediato con el toro y el caballo en un ambiente campesino y ganadero. El niño, digamos, aprendía jugando, recibía lecciones -indispensables para él luego- sin apenas darse cuenta.

Sin duda, la fama de Cándido y, sobre todo, de Jerónimo José Cándido (contemporáneo suyo aunque no coetáneo) debió de hacer mella en la imaginación de aquel niño que corría por los prados, que montaba a caballo y se acercaba ya con valentía al toro; y es posible que el jovencísimo Montes albergara para sí sueños muy distintos a los paternos.

Mas no iba a ser necesario echar un pulso generacional al respecto, donde sueño y sueño se enfrentaran frente a frente. De repente, las condiciones materiales que determinan su realización cambiaron y hubieron de despertar uno y otro. El marqués de Montecorto, en reajuste del personal de sus dependencias, cesa al padre del futuro torero, enfrentándose la familia, en esta nueva coyuntura, a notables estrecheces pecuniarias.

Así, el joven Montes, a quienes sus amigos de juegos y correrías conocían ya como “Paquilo” o “Paquillo” y al que, según García de Bedoya, buscaban “con avidez para conducir a su terreno a las reses extraviadas, lo cual practicaba con el auxilio de una capa o manta, consiguiéndolo en todas ocasiones de una manera sorprendente, por cuya razón se le atribuye de estas causas la procedencia de su acierto en el toreo de capa”, hubo de “aterrizar” bien pronto y plantearse de qué manera ayudar en casa contra la maltrecha economía familiar, llegando a trabajar, entre otras ocupaciones, como albañil.

Eso sí, entre ocupación y ocupación, el joven Montes encuentra siempre hueco para atender a la llamada del toro, una vocación que en él se va haciendo cada vez más clara, más nítida y perentoria.

Paquiro. Grabado de José Bécquer
Paquiro. Grabado de José Bécquer




Retirado desde 1820 en Sanlúcar de Barrameda, Jerónimo José Cándido siguió frecuentando Chiclana. Y, en ésta, los círculos de la afición taurina. No pudo en ellos no encontrarse con Montes. Quién sabe si no acudió buscándolo al reclamo de su nombre que hasta cierto punto sonaba ya por la comarca. Dada, además, su responsabilidad como ayudante de dirección en la Escuela de Tauromaquia de Sevilla, tenía cierta obligación de observar de cerca al joven chiclanero. Una vez lo vio de cerca, no pudo dejar de admirarse: aquel joven era excepcional y no podía/no debía permitir que aquel talento en ciernes se perdiese sin oportunidad de provecho (para él mismo y, claro está, para los demás, para los que habrían de verle y los que habrían de seguirle). Así las cosas, Jerónimo José Cándido, paisano suyo y ya amigo, mueve los hilos necesarios para que vean a Francisco Montes los ojos más sabios en asuntos del toro, y hace ir al joven “Paquillo” o “Paquilo” hasta Sevilla, donde éste se presenta, recomendado por Cándido, ante su cuñado, Pedro Romero, auténtica leyenda viva, auténtico mito de su tiempo.
 
La impresión que causó en Romero el de Chiclana no dejó lugar a dudas. El diestro rondeño, ahora maestro principal de la Escuela de Tauromaquia, se entusiasmó enseguida con su nuevo alumno, percatándose desde el primer momento de la valía realmente incomparable de éste.
 
 
Así lo recordará el mismo Pedro Romero en una carta que envía al “Correo Literario” en 1832, época en la que “Paquiro” (ya, sí, “Paquiro”) había despegado definitivamente y saboreaba el éxito rotundo:
 
“Francisco Montes entró de alumno en la Real Escuela de Tauromaquia gozando la pensión de seis reales, concedida por Su Majestad a los de esta clase, y que como diestro primero puse en él todo mi conato por obligación, y por advertir en él que carecía de miedo y estaba dotado de mucho vigor en las piernas y en los brazos, lo que me hizo concebir sería singular en su ejercicio a pocas lecciones que le diese.”

No se equivocó, ni por sabio ni por viejo, el anciano maestro de Ronda: “Paquiro” (al que atendió no sólo por la obligación debida a su cargo, sino también por la admiración a que las mismas facultades de Montes le obligaba) tuvo suficiente con escasas lecciones y sacó de ellas, y de cuanto ya poseía por sí cuando llegó a Sevilla, el mejor de los frutos. Así, tras un breve paso por la Escuela de Tauromquia y con veinticinco años encima (no fue “Paquiro” torero precoz) nos lo encontramos preparado para, en un par de años, conquistar como nadie, con su valentía sin límites y su vigor físico, la plaza. "

II. Paquiro el torero


"El 18 de abril de 1831 se presentó Montes Reina, “Paquiro”, en Madrid. Como compañero de cartel, Juan Jiménez “El Morenillo”. En esta ocasión primera ya puso de manifiesto sus virtudes y sus vicios, la abundancia de su lidia y la deficiencia de su espada.
Deficiencia que no impidió estos versos de Rilke:
“Hunde su estoque casi dulcemente
en la gran ola que rueda de nuevo
impetuosa a estrellarse en el vacío”
Y es que mató mal aquel 18 de abril. Mató mal, anunciando una constante en su trayectoria de lidiador de primera. Porque la estocada atravesada sería frecuente en su carrera hasta el extremo de apuntar algunos a posibles problemas de visión en afán, más bien torpe, de justificación. La grandeza de “Paquiro” no precisa la perfección, tan divino él como humano; tan alto y admirado, en fin, como cercano y querido desde el principio de su fulgurante trayectoria hasta el fin doloroso de sus días.

A pesar de fallar con la espada, causó “Paquiro” de todos modos sensación. Tanta que, unos días después, el 25 de abril, volvió a torear en Madrid, y el 16 de mayo, más sereno ya, repitió de nuevo cosechando triunfo sin “peros”. Esta vez, además, ejecutó algo que realizaba, según testimonios de la época, con sobrada pericia: el salto a la garrocha.

Aplauso unánime. Ovación. No había ya quien lo parase. No se paró. Y así, el 23 de mayo, lo vemos de nuevo actuando en Madrid; el 11 de junio, muy aplaudidos ambos en sus juegos de capa, alternando con Juan León, uno de los nombres destacados del momento. Repitió, el público lo esperaba, el salto a la garrocha y ejecutó también el salto al trascuerno. Su valor le daba para esto y para más. Pero “Paquiro” era más que sólo un torero valiente tal podían serlo, por ejemplo, los navarros de temeridad reconocida. Prueba de ello dio cuando, volviendo el 26 de septiembre a Madrid, cerró temporada con “alto crédito como lidiador”.


Luego buen lidiador que no mataba bien. No sabe uno como le hubiera ido a Montes con las “orejas” como criterio. Por eso no hemos sabido si, a este apartado, convenía llamarle “Paquiro, matador” o “Paquiro, lidiador”, y nos hemos decantado por este más amplio y más integrador “Paquiro, el torero” (recordemos que, maestro de la Escuela de Tauromaquia en Sevilla, Pedro Romero prosigue su carrera taurina, aunque no sea ya propiamente lidiador ni matador).

Habiendo dejado con aquellas faenas de septiembre tan buen sabor de boca, no es de extrañar que, abierto el apetito de los aficionados más que satisfecho éste, le esperasen ansiosos, casi hambrientos en la temporada siguiente.

Así, en 1832, “Paquiro” es el indiscutible favorito del público y torea cuantas veces quiere y en cuantas plazas le apetece, realizando en ocasiones proezas realmente insuperables, hazañas difícilmente repetibles. Sirva, a modo de ejemplo, aquella que llevó a cabo aquel año en Zaragoza: los días 13 y 14 de octubre toreó dos corridas enteras que le tuvieron como único espada. ¡Cada corrida contó con doce toros!, ¡veinticuatro toros veinticuatro!, ¡veinticuatro toros en dos días!
Paquiro y su cuadrilla (grabado del libro 'Voyage Pittoresque d'Espagne y Portugal' de E. Begin
Paquiro y su cuadrilla (grabado del libro 'Voyage Pittoresque d'Espagne y Portugal' de E. Begin

A partir de entonces, éxitos sobre éxitos que, de año en año, se sucedían ininterrupidamente superando una fama que al acabar cada faena parecía insuperable, tal era la maestría del torero, tal el fervor del público, de un público ya incondicional, favorablemente predispuesto al diestro de Chiclana dado el prestigioso eco que le precedía.
Del éxito cosechado en Madrid en 1833 se dice “superior a todo cálculo”. Durante las temporadas del 34 y el 35, mantiene de manera indiscutible su puesto en el escalafón como la primera figura de la Fiesta, trascendiendo su renombre los tendidos, afanándose todos por contarle entre los suyos, lo mismo el pueblo más llano que la nobleza más encopetada. Y él, generoso siempre y accesible, dejándose coger (que no atrapar) por unos y por otros.

Pero cabía más todavía, y cupo. En 1836, auténtico cenit de su carrera, toreó “Paquiro” en Madrid cuantas corridas de toros hubo. Estuvo presente en todos los carteles. El público, obviamente, no se cansaba de él y reclamaba insistente su presencia. Tan grande era su prestigio que, a pesar de haber finalizado ya la temporada, se organizó para él una corrida de excepción (tan excepcional que hasta estaba helado el piso de la plaza) el 25 de diciembre.

Pero la importancia, el prestigio de Francisco Montes “Paquiro” (aparte su fama, que es cosa distinta y de muy variados matices) se debe también, y acaso sobre todo, a otro acontecimiento de primer orden que tuvo lugar también en este mismo año 36. "

III. La Tauromaquia de Paquiro


"Torero, “Paquiro”, más allá del ejercicio práctico de la lidia, publica en 1836 (aquel año en que toreó en Madrid cuantas veces hubo toros) La tauromaquia completa , obra que estaba llamada no sólo a recoger, a modo de memoria, un saber hasta entonces acumulado, sino que también, y sobre todo, iba a reglamentar la Fiesta presente y a decidir los rumbos futuros de la misma. Recopilación, pues, del saber taurino heredado y ejercido (sabiduría aquí como la del sophos griego, que surge del y posibilita el desempeño con pericia de un oficio) y voluntad de definir y ordenar para los restos frente al caos.
No es preciso, para que sea ésta considerada la Tauromaquia de Montes a todos los efectos, que la haya redactado el diestro de Chiclana, pues se trata sobre todo de que esta obra recoja fielmente su reflexión sobre el mundo taurino, de que refleje con fidelidad el pensamiento del chiclanero en esta materia..."

Edición de la Tauromaquia de Paquiro Edición de la Tauromaquia de Paquiro

"...A través de una mano u otra, en La tauromaquia completa nos llega, ante todo, el pensamiento taurino de Montes, fruto y guía de su quehacer cotidiano en los ruedos, memoria -hemos dicho- y revisión con afán de futuro. Porque “Paquiro” no sólo recoge lo que de hecho son las fiestas de toros, sino que, repensándolas a fondo, las renueva, las recrea.

De aquí, precisamente, que no se entienda con facilidad el escaso número de ediciones de la Tauromaquia de Montes frente al relativamente elevado número de ediciones del Arte de Torear de Pepe-Hillo. Porque esta obra tiene sólo -aunque no sea poco- un valor histórico que nos traslada a la época de Hillo y nos ayuda a comprender el toreo de su tiempo, mientras que la segunda, más ocupada del porvenir de la fiesta, ha sido objeto de consulta e inspiración para casi todos los que han escrito de tal materia en el siglo XIX y para gran parte de cuantos lo han hecho también después y hasta el presente. En resumen: que la obra de José Delgado refleja el toreo de su tiempo mientras que la obra de Francisco Montes, siguiendo el mismo plan que la de Hillo, decide el futuro introduciendo numerosas novedades, un futuro en que, con algunos retoques aquí o allá, aún nos encontramos, pues la corrida de toros sigue siendo hoy en gran medida aquello que quiso -y no por mero capricho, pues muchas razones le asistían en su determinación y en su propuesta- “Paquiro” que fuera.

Dividida en tres partes, como si los mismos tres tercios de la función que él delimita, se ocupa su Tauromaquia del Arte de torear a pie, del Arte de torear a caballo y de la Reforma del espectáculo, aspecto éste que tanto le preocupaba. Ocupándose de todo ello, esta obra se considera el código definitivo del toreo ecléctico, que, como apunta Andrés Amorós, “parte de la actitud defensiva (como Pepe-Hillo), pero aspira a la perfección (como en las máximas atribuidas a Pedro Romero”. “Sus reglas -nos recuerda Amorós- han sido la base de toda la preceptiva taurina”. De ahí que sea considerado, sin exageración y con justicia, el Gran Legislador o el Supremo Codificador de la Fiesta. Y esto, hasta en los más mínimos detalles, hasta en los aspectos más aparentemente tangenciales, pues se ocupó “Paquiro” incluso del vestido que el torero precisaba para realizar su labor y para subrayarla, para subrayar también la dignidad del torero a pie, tan subestimado antes, tan denostado.

Concebido para crear espectáculo, para acentuarlo y para singularizar al diestro presentándolo como un héroe sobre la arena, el traje de luces, que deriva de los vestidos goyescos, fue diseñado básicamente por Montes que, al parecer, halló también inspiración en los trajes de gala de los oficiales del ejército francés. La montera, palabra que designa ese tocado con que cubre el torero su cabeza, remitiría a Francisco Montes, tan vinculado está éste al traje que, evolucionado ya en el curso del tiempo -persiguiendo sobre todo mayor ligereza y comodidad-, en líneas generales sigue siendo el traje diseñado por él entonces.
Pero esta es la sombra de “Paquiro” -o mejor, su luz- proyectándose hacia adelante. Y “Paquiro”, tras aquel año glorioso de 1836, sigue su camino en el presente cotidiano. "

"Genial artífice del toreo de capa (quiebros, quites, recortes, galleos,...), sereno y audaz con mala mano -o mala vista- a la hora de dar muerte, Francisco Montes “Paquiro”, lidiador autoritario y enérgico, sigue, tras el treinta y seis, siendo el indiscutible primer espada. El primero también de un equipo que supo siempre escoger con tino, lo que le permitió rodearse de una cuadrilla selecta -cuyos miembros, además de admirarle profesionalmente, le profesaban verdadero cariño-que seguía con atención impecable sus instrucciones, “subordinados todos los lances de la lidia a la dirección del maestro”.
Tras su omnipresencia arrolladora en 1836, siguió, en plenitud de facultades, su apogeo. Único él, además de solo, pues sólo Yust, según los testigos de la época, podía en el ejercicio del toreo comparársele y, acaso, hacerle sombra.
En 1839 y en 1840 todas las empresas taurinas de España intentan enfrentar a Yust y a Paquiro, pero aquél, que se acababa de presentar como matador de toros en Madrid en 1842, falleció en septiembre de aquel mismo año.
Cartel anunciador de una corrida del 25 de diciembre de 1836

Y en 1840, por ejemplo, y preocupado siempre por dignificar profesionalmente la figura del torero, cobró la desmesurada cantidad de 6.000 reales por dar muerte a cinco toros. Pero, una vuelta de tuerca más en la misma dirección, llegó a superar esta marca cuando en 1842 recibió 4.000 reales por dar muerte a sólo dos toros.
Estaba de racha -que no de suerte, sino de sapiencia y facultades físicas-, y lo sabía. Y lo aprovechaba. Porque su ejercicio del toreo, más que el de otros muchos, tenía fecha de caducidad. "


IV. Paquiro, decadencia y muerte
Que “Paquiro” era, ya lo hemos visto, una inteligencia taurina, no es cosa que se ponga en duda. Pero “Paquiro”, no lo olvidemos, causó admiración en Pedro Romero por su valor osado y por su vigor físico. Y esta fortaleza física era uno de los pilares en los que asentaba “Paquiro” su toreo y su triunfo. Por esto estaba cantado que, tan pronto comenzaran a fallarle las fuerzas, tan pronto sus facultades físicas se vieran mermadas, comenzaría a resistirse su toreo. Y así fue.

Consciente del menoscabo que venía sufriendo su toreo a causa de su debilidad creciente, en 1845 torea lo menos posible, en 1846 tarea todavía menos y, en 1847 apenas torea. Éste es el año que, obligado por las circunstancias, escoge para retirarse.

Como lugar de retiro elige Montes su tierra y vuelve a Chiclana, en retorno que él cree definitivo. Incapaz de estarse con los brazos cruzados y porque hay que arriesgar el dinero para que éste no se pierda, se dedica a lo que se dedicaban entonces en Chiclana quienes tenían medios y amaban el campo: el vino.

Francisco Montes se dedica al negocio del vino y en él invierte cuanto había acumulado tras largos años entregado sin desmayo a su oficio. La pericia no le acompañó en este terreno, o la suerte, y los resultados de su empresa fueron desastrosos. Su economía se vio seriamente tocada y “Paquiro” no encontró para enderezar su situación personal otra alternativa que la vuelta a los toros.

Así, en 1850, “Paquiro” reaparece en Madrid. Y aunque el público -muchas personas entre él que no le habían visto torear nunca- acudió al reclamo de su leyenda, “Paquiro” no era ya quien había sido; y sólo desde la memoria agradecida y desde el cariño que como persona se le tenía, pudo entenderse el entusiasmo que provocó en los tendidos su presencia. Acudía le gente, podríamos decir, a contemplar su pasado, o a refrescar su propia memoria si tuvieron la fortuna de presenciar tardes antiguas y mejores de “Paquiro”.

Debilitado, físicamente insuficiente, estaba expuesto al peligro del toro más que nunca. Fue así como pasó lo que había de pasar, y, en la corrida que tuvo lugar en Madrid el 21 de Julio de 1850 -con ganado de Torre y Rauri-, un toro, el tercero, propinó a “Paquiro” una gravísima cornada de cuyas consecuencias no habría nunca de restablecerse del todo.

Tras larga convalecencia y avisado, severa prescripción -la más dura para él-, de que debía abandonar la lidia para siempre, volvió a Chiclana, su tierra natal, para volver (metáfora vital y contundente) definitivamente a la tierra que al cabo somos.

En 1581, víctima de unas fiebres terribles, murió Francisco Montes Reina el 4 de abril. Contaba cuarenta y seis años
Busto de Paquiro

El día de su muerte, así lo recogen las crónicas de su tiempo, hubo”gran luto y sentimiento general”.

Lo que no es de extrañar si tenemos presentes las palabras de Sánchez de Neira quien, tras recordarnos que “todas las clases sociales (...) antes y después y siempre le han concedido el puesto de primero torero del siglo presente -el XIX-“, afirma convencido y tajante: “Como Montes nacen pocos toreros. Los seres privilegiados vienen al mundo en muy escaso número y de tarde en tarde”.
Pero, muerto Montes, “Paquiro” permanece, como bien nos lo apunta la necrológica aparecida en un diario de la época: “La sombra de esta celebridad ha desaparecido, pero sus recuerdos quedan”. O sea, que sólo la sombra desciende al reino de las sombras.

Más o menos, en fin, que lo cantado por García Tejero en sus versos:
“El rey de los toreros se apellida
y con justa razón rey se proclama...
Su nombre ya no muere, pues su vida
en letras de oro se verá esculpida
y tanto durará como su fama.”
Mosaico costumbrista del S.XIX


Textos extractados
del Catálogo de la Exposición

"Paquiro y su tiempo"

domingo, 20 de enero de 2013

CÚCHARES

Francisco Arjona Herrera llamado "Cúchares" (n. Madrid, España; 20 de mayo de 1818 - f. La Habana Cuba; 4 de diciembre de 1868), fue un torero español.
Es criado desde muy corta edad en Sevilla, donde su padre trabajaba como empleado del matadero. Huérfano desde los 10 años, ingresa a los 12 en la Escuela de Tauromaquia de esta ciudad, recibiendo los conocimientos del maestro Pedro Romero. Debuta en público el 26 de julio de 1833, en una corrida de Juan León.
Debuta en Madrid el 27 de abril de 1840, con reses del duque de Veragua y de Manuela de la Dehesa, como banderillero de Juan León. Toma la alternativa en la misma ciudad el 27 de abril de 1842, aunque no hubo cesión de trastos. Desde ese momento emprende una rivalidad taurina con Paquiro, rivalidad desplazada posteriormente hacia José Redondo "El Chiclanero". Durante esta década es el favorito de gran parte de la afición, si bien su toreo comienza a decaer paulatinamente debido a una lesión en la rodilla. A pesar de esto continúa toreando y el 5 de agosto de 1857 inaugura, junto a su hermano Manuel, el coso de Cartagena. La inauguración oficial de la plaza de toros de Valencia (el coso taurino de la calle Xàtiva) se realizó durante los días 20, 21 y 22 de junio de 1859, en unas corridas en las que Francisco Arjona "Cúchares" actuó como único espada, lidiando reses de las ganaderías de Viuda de Zalduendo y de Nazario Carriquiri.
Es el primer torero de la historia que se hace ganadero de bravo; fue a través de una partida de ganado que compró al duque de Veragua.
En 1868 emprende viaje a Cuba donde debía participar en múltiples festejos. Lamentablemente el diestro contrae fiebre amarilla (o vómito negro) y fallece el 4 de diciembre de 1868 en la capital cubana, donde es enterrado. En 1885 sus restos son trasladados a España y reposan en la parroquia de San Bernardo de Sevilla.
Se le considera uno de los más grandes conocedores taurinos, nunca recibió una cornada en su dilatada carrera. Sus aportes a la faena de muleta son considerables, siendo el primero en desarrollar el toreo con la mano derecha de una manera uniforme y estilísticamente aceptada. Era un torero seguro con el estoque y, si bien sus detractores le criticaban el ser vanidoso y ventajista, su arte ha superado las críticas y aún hoy se conoce al toreo como "el arte de Cúchares".


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