jueves, 16 de mayo de 2013

LA TARDE DE TALAVERA

 
 
José Gómez Ortega "Joselito" (1895-1920), matador de toros español, el último de los grandes toreros clásicos, que, junto con Juan Belmonte, formó la pareja rival más fructífera de la tauromaquia.
Nació en Gelves (Sevilla), hijo del matador Fernando Gómez, “Gallo”, y de la bailaora Gabriela Ortega, es decir, de la dinastía “Gallo”, nombre familiar que también se le aplica y le llega en la forma de “Gallito”. Era nieto, hijo y hermano de toreros, era hermoso y tenía el don de la sabiduría como ningún torero lo ha tenido; porque lo que otros conseguían después de un duro y largo aprendizaje, él ya lo tenía desde chico, aprendido de sus hermanos Rafael y Fernando que le transmitieron todo el conocimiento que su tío José Gómez aprendió de “Lagartijo”.
Desde los ocho años acompañó a su hermano Rafael por tentaderos y capeas y ya llevaba la coleta, distintivo adorno capilar de los toreros clásicos. En 1908, se vistió por primera vez de luces en Jerez de la Frontera, y ante el tamaño del segundo novillo, el público se opuso a que un chiquillo de doce años lo matara; se cuenta que “Joselito” lloró de rabia.






Tras varios años de torear por toda España afianzándose en sus cualidades lidiadoras se presentó en Madrid, el 13 de junio de 1912, matando él solo una corrida entera y consiguiendo un triunfo que desbordó todas las previsiones. Fue un año glorioso que concluyó con su alternativa en la Maestranza de Sevilla, el 28 de septiembre, de manos de su hermano Rafael y con toros de Moreno Santamaría, y la confirmación en Madrid, de nuevo Rafael como padrino, y Vicente Pastor como testigo, el cual además cedió los trastos de torear a otro toricantano (aspirante), Manuel Martín Vázquez; los ocho toros fueron de Veragua.
Dominaba todas las suertes (sólo el mexicano Rodolfo Gaona podía igualársele y aún lo superaba en elegancia, pero le faltaba la voluntad), era la ciencia hecha torero y la fama lo proclamó desde sus comienzos.
Obsesionado con la perfección, se preparaba concienzudamente antes de la temporada, dirigía la lidia con precisión y autoridad, y reunió la cuadrilla más eficaz y disciplinada nunca vista. Llevaba en ella a su hermano Fernando, el único de quien admitía consejos, quizá el más imaginativo y sabio de la casa, más en calidad de asesor técnico que de torero.
Tan seguro estaba de su poder, que fue el primero que ordenó taparse a las cuadrillas durante el tercio de muerte.
El 3 de julio de 1914 se encerró solo en Madrid con toros colmenareños de Vicente Martínez. Al segundo le dio «tres pases naturales completos» que significaban el engarce entre la propuesta de “Guerrita” y el toreo moderno. Luego, en el abono de otoño, ligó cinco naturales en redondo a un santacoloma y ya en 1915 convirtió esta manera de torear, que le dio enormes éxitos en la temporada de 1917, en eje de sus mejores faenas, cuando su toreo, más templado y artístico, se hizo más abelmontado.
Acorde con esta innovación impulsó entre los ganaderos la búsqueda de un toro, "el toro de Belmonte", más apto para ahondar en los nuevos caminos del toreo de muleta.
Pero antes ya cosechó sonoros triunfos y el derecho a figurar con letras de oro en la historia del arte de torear. José estaba decidido, por su intuición y madurez torera, a competir por conseguir el cetro absoluto del toreo; confiaba en su dominio de todas las suertes de la lidia, pero tenía que desterrar a Ricardo Torres, “Bombita”, que era el que reinaba en las plazas y además quitaba espacio a su hermano Rafael. El 5 de junio de 1913 se enfrentaron en Sevilla, y “Joselito” sobresalió sin paliativos; repitieron en Madrid y el triunfo de Ortega Gómez fue tan rotundo que consiguió cortar su primera oreja en la Monumental, cosa que hasta entonces sólo habían logrado “Bombita”, “Machaquito”, su hermano Rafael y dos veces Vicente Pastor. El 15 de octubre Ricardo Torres anunció su retirada de los ruedos.
La campaña de 1919 la empezó dando la alternativa a su cuñado, Ignacio Sánchez Mejías, en la plaza de Barcelona, el 16 de mayo, con los triunfos acostumbrados: por primera vez en su vida realizó la temporada americana. Si ya de novillero Gallito había brillado a gran altura, toreando desde los 13 años, en los ocho años que duró su vida de matador fue el indiscutible número uno, tan sólo contestado por Belmonte. Su primera tarde apoteósica en Madrid fue en la despedida de Bombita el año 1913, luego vinieron otras muchas, como las cuatro ocasiones en las que se encerró con siete toros en el coso madrileño, o la indescriptible faena al toro "Napoleón", de Gamero Cívico, el 10 de mayo de 1915, año en el que su enorme faena a un toro en la Plaza de Sevilla es premiada con las orejas de la res por primera vez en la historia del toreo. En 1919 viaja por única vez a América, triunfando en la Plaza de Lima.
El comúnmente aceptado como mejor torero de todos los tiempos, era pura intuición y vocación sin límites. Su técnica perfecta, sus dotes de lidiador, la variedad de su repertorio, el dominio de todas las suertes, le convirtieron en el paradigma del toreo clásico. Por su dominio del toro, en los "mano a mano" con Belmonte siempre le superaba con las reses duras y difíciles así como en el trasteo de capa. Aquella rivalidad ha sido lo más grandioso en la historia del toreo: "la Edad de Oro".
El año 1920 se presentaba nuevamente con buenos augurios, y aunque el 15 de mayo el público de Madrid había estado tan desconsiderado con él que hasta le tiró almohadillas, el día siguiente, 16 de mayo de 1929, en Talavera de la Reina, le tenía que permitir quitarse la espina. Toreaba, mano a mano, con Ignacio Sánchez Mejías, con ganado de la señora viuda de Ortega. La corrida iba sin notas sobresalientes, excepto el tercio de banderillas que realizaron al alimón José e Ignacio en el cuarto toro, y “Joselito” escuchó su última ovación. El quinto, Bailador, negro, pequeño, con poder y burriciego —que no ve de cerca— estaba dando, por su defecto, una mala lidia, aunque José había conseguido dominarlo. En un momento del último tercio, el torero se había apartado un poco para ordenar su muleta, Bailador se arrancó y, aunque José le echó el trapo para distraerle, el toro le empitonó el muslo y le lanzó al aire: en su caída el vientre del torero cayó sobre el otro pitón que le causó la muerte.
En Talavera lo mató Bailaor, un toro de la viuda de Ortega, una ganadera desconocida, cuando estaba en la cima de su poderío (16-V-1920), aunque desde 1918 arrastraba una honda depresión por la injusticia de los públicos, la campaña en su contra del crítico de ABC Gregorio Corrochano y sus amores frustrados por el rechazo social de la aristocracia sevillana. Pero ese fue sólo el principio de la gloria.
La impresión en toda España fue enorme, la gente se resistía a creer la noticia y los restos fueron acompañados por el fervor popular. Su entierro en Madrid y en Sevilla, adonde se le trasladó, tuvieron un carácter excepcional. Sus restos descansan en un mausoleo, obra de Mariano Benlliure y costeado por suscripción popular.
 
¡Se acabaron los toros...!, dicen que exclamó Guerrita cuando supo la noticia.
Desde entonces el día de su aniversario las cuadrillas se desmonteran al hacer el paseíllo y guardan un minuto de silencio en su memoria. La Macarena, de la que era hermano, se vistió de luto y su funeral se celebró en la catedral de Sevilla.
En la madrugá siguiente dicen que se oyó una saeta:
Ven pasajero, dobla la rodilla,
que en la Semana Santa de Sevilla,
porque ha muerto José, este año estrena
lágrimas de verdad la Macarena.
Nota.- Se atribuye a Lagartijo la fórmula según la cual el toreo consiste en quitarse cuando viene el toro, porque «o te quitas tú o te quita el toro». Belmonte, sin embargo, invirtió la fórmula y, en vez de quitarse él, quitó al toro, mandándole, templándole, con su insuperable juego de brazos y de muñeca.
El Universal (México)
Martes 06 de septiembre de 2005
Un toro mató a “Joselito” en Talavera de la Reina! Noticia que se consideraba inverosímil, por desgracia tan veraz como es el día y la noche; sin embargo, cuando corrió como reguero de pólvora en los corrillos taurinos españoles, infinidad de aficionados pensaron que se trataba de una broma de mal gusto.
Era el 16 de mayo de 1920 en el festejo de feria en Talavera de la Reina.
El quinto toro, del hato ganadero de la Viuda de Ortega , de nombre Bailaor , con características menores a lo normal y defectos visuales muy marcados en su lidia (burriciego, toros que ven de lejos y no de cerca). Al torearlo de muleta lo arrolló José se fue de la cara del burel y se le puso en la distancia que embestía con tan mala fortuna que le infirió una cornada penetrante de vientre y le extrajo los intestinos.
Se asustó tanto inconmensurable y poderoso torero sevillano al observar los intestinos fuera de la cavidad abdominal. Sí, una cornada impresionante que no "representaba", en apariencia, una gravedad extrema, pero el shock traumático resultó determinante en el fatal desenlace que produjo el sentido óbito, que provocó luto nacional en España.
José Gómez Ortega “Joselito” jugaba con los toros y bien conocida es la frase de su madre que sentenciaba: "Para que un toro coja a José, necesita aventarle el pitón".
Cierto, los aficionados estaban sorprendidos, pero más incrédulos se mostraban los propios toreros que calibraban perfectamente los alcances y el nivel de un figurón del toreo como lo era “Joselito” .
En la fiesta de toros nadie está excluido de un percance y el peligro siempre está vigente en el enfrentamiento de un hombre y un astado bravo, sin importar el tamaño que tenga el animal. Ahí radica la importancia, la pureza y la seriedad de la profesión taurina. El toro no admite con polendas de nadie. A todos embiste igual.


Era un predestinado
José Gómez Ortega “Joselito” , nació el 8 de mayo de 1895 en Gelves en la Huerta de El Agarrobo, en Sevilla. Hijo de Fernando Gómez El “Gallo” , capitán de cuadrillas de gran renombre y que realizó campañas de mucho éxito en México.
Era un predestinado. Sí, un niño prodigio. A su corta edad mostró una intuición poco normal, sobre todo por ser un imberbe. Sorprendía esa actitud, no de un niño, sino con una aptitud ya de un hombre.
De infante, ocho años, toreó en el campo una becerrilla. Le revolcó al grado que ya no la quiso lidiar. Al crecer estuvo en la escuela, al aire libre, de La Alameda de Hércules, donde toda la chiquillería del barrio jugaba al toro y “Joselito” los aventajaba por mucho. Ya mayorcito mató un eral y no le dejaron matar el otro que se consideraba ya muy hecho, cuajado para la edad del niño. Cuenta la historia que lloró de rabia. Se sentía seguro de que podría con él y matarlo.



 
Debutó el 13 de junio de 1908 con menos de 13 años de edad, en Jerez de la Frontera, matando erales de Cayetano de la Riva , junto con José Puerta y José Gárate. De inmediato impactó por el desparpajo para caminar, andarles a los bureles, entenderlos y, de siempre, poderles.
Corte de torero largo en su trazo, los llevaba muy bien con el capote y poco a poco se fue afinando, advierte la Enciclopedia Cossío: "Banderillero de facultades prodigiosas, con una muleta que imponía condiciones a los ejemplares y un matador fácil por su efectividad. Torero completo de los pies a la cabeza".
Su trayectoria novilleril fue dinámica y meteórica. Su mejor año en 1912, cuando debutó en Madrid, el 13 de junio, en la plaza de la carretera de Aragón. Era una corrida de toros y dejó pasmados a todos por su competencia lidiadora. Ese mismo año lo hizo en Sevilla, días después, el 23 de junio. En los dos importante escenarios alcanzó alturas insospechadas, causando sensación.
Ese mismo año, a la edad de 17, tomó la alternativa el 28 de septiembre de 1912, de manos de su hermano Rafael Gómez El “Gallo” , a quien también se le aplicaba el mote de Divino calvo . El toro del doctorado se llamó Caballero y pertenecía al hierro de Moreno Santamaría.
El título lo confirmó en Madrid, ese mismo año, el 1 de octubre, o sea días después. También su hermano le cedió los trastos a ese imberbe para que matase al burel bautizado como Ciervo de la prestigiada divisa del Duque de Veragua , un ejemplar de la rara pinta, jabonero claro, muy serio, bien armado y con cara rizada que asustaba.

Siempre de mandón


José Gómez Ortega “Joselito” , señala la leyenda, es de esos casos raros de que siendo un novillero puntero al tomar la alternativa, conservó el sitio. Llegó, como todo predestinado, a la alternativa en plena sazón. No hubo cambio para él del novillo al toro, el cual existe y es muy marcado. O sea, su intuición torera, base de su carisma, reunía perfecta madurez.

Ya de matador de toros empiezan a surgir las competencias en principio, con Ricardo Torres Bombita , Rafael González Machaquito , Vicente Pastor, en cierta forma con su hermano Rafael El “Gallo” y posteriormente con el Califa Leonés Rodolfo Gaona y, desde luego, con su paisano El Pasmo Juan Belmonte.

Se formó una trilogía que acaparó la atención popular. Tres ases de polendas con disímbolos estilos, que daba ese margen para la controversia impregnada de pasión.

Hubo temporadas como las de 1914, 15, 16 y 17, en que la fiesta brilló intensamente y floreció, entonces, lo que los aficionados dieron en llamar la época de oro del toreo.

Sevilla y Madrid, escenarios determinantes en las contiendas de José y Juan, como se decía allá.

Inclusive, por ahí se cuenta el paisaje de la despedida de Bombita en Madrid. Ricardo estuvo muy bien, y después de matar a su segundo enemigo se acercó a “Joselito” para decirle: "Yo ya he terminado mi vida de torero. No me ofrezcas banderillas en el último toro".

“Joselito” hizo caso omiso a la advertencia y en el sexto le ofreció los garapullos. Bombita no le quedó otra que aceptar el reto. Clavó de mala manera las jarras, en cambio, el de Gelves, colocó uno de los mejores pares de que se tengan memoria en ese tiempo.

En su fecunda trayectoria “Joselito” inmortalizó una serie de toros que se recuerdan todavía como lecciones intensivas de bien torear, como al toro Almendrito de Santa Coloma en Sevilla, mismo escenario en la que inmortalizó al burel Napoleón . Como debe consignarse que el 30 de septiembre de 1915, en una de las muchas encerronas que protagonizó, por vez primera en la Real Maestranza se concedieron orejas a un torero, tras la inigualable faena a Cantinero de Santa Coloma . Sentó un precedente que sigue latente hoy en día.

Bajó un poco su actividad en 1918 debido, principalmente, por una cornada que le infirió un toro en Zaragoza; enfermó en San Sebastián y tardó en sanar.

Madrid, mayo de 1916

No vino a México, sí a Lima
En la obra Historia del Toreo , de Daniel Tapia, se reseña que en 1919 alcanzó éxitos de gran importancia en las plazas de Madrid, Bilbao y Valencia. Ese mismo lapso incursiona en el invierno en
América. Concretamente actuó en Lima, Perú, donde sumó una serie de festejos importantes, 10 corridas con triunfos convincentes. Sencillamente, dignos de su jerarquía.
No estuvo en México, donde su padre, Fernando Gómez El “Gallo” hizo campañas de verdadera trascendencia como capitán de una cuadrilla que llegó para darle batalla, profesionalmente hablando, a la cuadrilla de Bernardo Gaviño.

Es, por tanto, una de las figuras españolas de más prosapia que no haya pisado ruedos mexicanos, en especial la plaza de toros "El Toreo", siendo una de las causas directas y terminantes el decreto de prohibir las corridas en el Distrito Federal que signó Venustiano Carranza, que duró un lapso de cuatro años, de 1916 a 1920. Sí, era su mejor momento y por aquí se suspiraba verle alternar con Gaona y Belmonte. No tuvo ese privilegio el aficionado taurino mexicano.


La cita con la muerte
Precisamente, la temporada de 1920 la inició en la Real Maestranza el 4 de abril. Después fue a Madrid, en una de las pocas tardes en que no hubo suerte. Los toreros, cuando alcanzan la cúspide, ya no se les perdona nada y los enemigos surgen gratuitos y los que aplaudieron con frenesí, se convierten en los más fieros detractores. Así fue, así es y así será el apasionante espectáculo.

La tarde del 16 de mayo, no figuraba “Joselito” en la programación de Talavera de la Reina. La combinación primitiva la integraban Rafael Gómez El “Gallo” , Ignacio Sánchez Mejías y Larita . “Joselito” , tras su labor gris en Madrid, se empeñó y le ilusionaba actuar en Talavera, la empresa era de unos amigos, y fue incluido. Se marcó, como todo en esta vida, su signo de tragedia.

Bailaor , burriciego, sólo veía de lejos. El poderoso torero se fue de la cara de la res, donde le pudo haciéndolo a la voz. La muerte en acecho esperó que José se pusiese en la distancia justa donde el burel lo distinguió (lo vio), embistió y arrollándolo le infirió la mortal cornada por necesidad.

Nadie lo creía, pero era cierto, un toro mató a José Gómez Ortega “Joselito” , un portento de lidiador, todo un monstruo sagrado y un genio de la fiesta cuya grandeza queda nítidamente asentada en el pésame que envió el cordobés Rafael Guerra Guerrita a su hermano Rafael Gómez El “Gallo” .

"Impresionadísimo y con verdadero sentimiento te envío mi más sentido pésame. Se acabaron los toros"... ¡Todo está dicho!



Ignacio SÁNCHEZ MEJÍAS LLORA A "GALLITO"

 






 

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